Juan Carlos Escudier
De Evo Morales piensan sus críticos españoles más indulgentes que es
bobo, pero menos solemne de lo que era Zapatero a ojos de Rajoy. Quizás
fuera porque iba a las recepciones con el jersey a rayas o porque habló
de República al referirse a España cuando fue a saludar al Rey, en un
error que otros simplemente entendieron como un deseo. En el PP le hacen
vudú porque acusó al partido de instigar un golpe de Estado contra él a
través de una fundación, se supone que la de Aznar, y ya se sabe que el
estadista del bigote detesta los golpes, y si son en Venezuela más
todavía.
Con Morales no se desaprovecha oportunidad para hacerle pasar por un
indio zafio e inculto, que relaciona los transgénicos con la calvicie y
el consumo de pollos de granja hormonados con la homosexualidad
masculina. Que el desafortunado ejemplo lo pusiera ante miles de
delegados indígenas a los que aconsejaba el consumo de productos locales
para mejorar sus economías ni se tuvo en cuenta ni nadie le dio
importancia.
La última oportunidad para reírse del presidente de Bolivia se ha
producido esta semana, cuando en una entrevista admitía que no le
gustaba leer y que a veces lo máximo que hacía con un libro en las manos
era echar un vistazo al título, a algún capítulo o algún párrafo. ¿No
es éste motivo suficiente para hacer chanza de quien se pasa la
seguridad jurídica por el forro y expropia, pagando el justiprecio
correspondiente, todo sea dicho, a nuestras multinacionales más
altruistas?
Pues bien, la sincera declaración de Morales coincidía con la
promulgación de la ley del Libro y la Lectura, una norma que, según
dijo, debería permitir que los niños bolivianos adquiriesen de pequeños
el hábito de la lectura. ¿Que cómo se consigue eso? Pues aplicando un
IVA cero a la venta de libros y publicaciones impresas de producción
nacional e internacional, algo que los editores que aquí se burlan del
indio llevan reclamando a nuestro ilustradísimo Gobierno. El plan prevé
la organización de ferias, creación de bibliotecas, promoción de la
escritura y la lectura en todas las lenguas oficiales, y otras
menudencias de ignorante.
Está visto que con este hombre el país se encamina a un precipicio.
Lo certifica el propio Banco Mundial: “En materia económica, como
consecuencia de los elevados precios de los productos básicos que
exporta el país, por ejemplo la soya, y una prudente política
macroeconómica, la tasa de crecimiento promedió un 4,8% en los últimos
siete años. Se han alcanzado importantes superávits en cuenta corriente
desde 2003 y el balance fiscal pasó a ser positivo desde 2006. Gracias a
este desempeño y al pago de compromisos, la deuda pública bruta
disminuyó del 94% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2003 a menos del
40% en 2012. Las reservas internacionales aumentaron desde menos de
US$1.000 millones a más de US$14.000 millones en los últimos años. Los
depósitos y los créditos bancarios se han más que triplicado en los
últimos siete años y los bancos han reforzado su solvencia y liquidez.
La incidencia de pobreza se redujo del 63% en 2002 al 45% en 2011”. En
definitiva, un desastre.
Afortunadamente, en España se ha cerrado a tiempo la puerta de la
política a sujetos tan poco preparados como Morales y tan populistas.
Aquí disfrutamos de eminencias, sobre todo en materia económica. ¿Lo del
indio? Para partirse, oiga.
Público
DdA, X/2373
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