Ayer a la hora de más
audiencia televisiva, un trío de periodistas afines a su causa entrevistó en Antena 3 al expresidente José
María Aznar, que se despachó a gusto contra la gestión de Mariano Rajoy,
a quien hace diez años encumbró como aspirante al destino que ahora ocupa. Como
cabía esperar desde que prometió irse tras ocho años de gobernación y disimuló
mal el arrepentimiento que esa decisión le produjo -pues tanto su soberbia como
su chulesca arrogancia no dejaron de reprochárselo-, Aznar se invistió ayer de heraldo salvador -ante el desastre propiciado por su delfín- y amenazó al
respetable con la posibilidad de su retorno: Cumpliré con mi responsabilidad,
mi conciencia, mi partido y mi país, dijo.
Ante tal anuncio, dejando al margen el
valor que pueda tener su responsabilidad, la alteración histérica que pueda
estar experimentando ahora su partido ante la probabilidad de su regreso y la catastrófica
trayectoria que sigue España desde hace 18 meses, me voy a permitir recordar la imagen que más
define la conciencia de don José María. Está en Las Azores y tiene tras de sí
uno de los ríos de sangre más copiosos de los últimos decenios en este planeta.
Se cumple este
año el décimo aniversario de la invasión de Irak, que ocasionó una gran masacre
entre la población civil y cuyas repercusiones siguen teniendo hoy, día tras día, una constante prosecución de
atentados terroristas en las ciudades del país. España, por decisión del
gobierno que presidía Aznar, participó
junto a otros ejércitos multinacionales en esa invasión bajo la falacia de que Irak
poseía armas de destrucción masiva, algo que el propio don José María aseguró
ante las cámaras de televisión sin que se les descompusiera el bigote.
Para
quien esto suscribe y para los cientos de miles de ciudadanos que salieron a
las calles para protestar contra lo que aquella ocupación iba a traer consigo para la población civil, la conciencia
de George Walker Busch, Tony Blair y José María Aznar está fielmente reflejada
en la llamada Foto de las Azores, isla
donde se le planteó al presidente iraquí Sadam Hussein, el 16 de marzo de 2003, el ultimátum
de 24 horas previo a la invasión de su país.
Consta como anécdota sobre el lugar elegido que Aznar alteró la
decisión de Blair y Busch de celebrar esa reunión en las Islas Bermudas, porque
según cuenta el expresidente español en uno de sus libros, las Bermudas están
asociadas en español a una prenda de vestir que no era la más adecuda para que sirviera de nombre histórico al lugar donde se iba a tomar la decisión que hoy mejor define la catadura de conciencia de nuestro expresidente.
Puntos de Página
Aznar: qué bueno soy y qué culito tengo
Negar las virtudes de Aznar sería una necedad. Por ejemplo esa capacidad cuasi mágica que tiene para que, después de oírle anoche, hasta te caiga bien Rajoy. Le ha dejado al presidente del Gobierno tan desarmado que si antes comparecía poco aunque fuese por plasma, a partir de ahora lo tendrá que hacer con verduguillo y con la voz distorsionada. A ver quién es el valiente que pide en el Congreso lealtad institucional a la oposición cuando dentro de tu propia casa te dan hostias como panes hasta en el paladar.+@Germán Temprano
Negar las virtudes de Aznar sería una necedad. Por ejemplo esa capacidad cuasi mágica que tiene para que, después de oírle anoche, hasta te caiga bien Rajoy. Le ha dejado al presidente del Gobierno tan desarmado que si antes comparecía poco aunque fuese por plasma, a partir de ahora lo tendrá que hacer con verduguillo y con la voz distorsionada. A ver quién es el valiente que pide en el Congreso lealtad institucional a la oposición cuando dentro de tu propia casa te dan hostias como panes hasta en el paladar.+@Germán Temprano
DdA, X/2392
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