miércoles, 29 de mayo de 2013

ENCIERRO EN EL SERVICIO ARAGONÉS DE SALUD

Antonio Aramayona

Ayer, 28 de mayo, a la par que el personal trabajador de la limpieza de los hospitales y los centros de salud públicos, ocho días ya en huelga, protestaban ruidosamente frente al Servicio Aragonés de  Salud (SALUD), me he metido en el edificio y he solicitado hablar con el Consejero de Salud Bienestar y Familia, D. Ricardo Oliván Bellosta. He respondido a sus primeras y sorprendidas preguntas y aclarado al personal de recepción y al de seguridad que no tenía cita con él, pero que no me movería de allí hasta que me explicara por qué la sanidad en general y, concretamente, el servicio sanitario público de limpieza debían estar en manos de empresas privadas, en lugar de que el Gobierno aragonés se hiciera cargo directamente del servicio. Cuando insistieron en que era imposible aquella tarde hablar con él, les comuniqué que me quedaba allí, saqué un cartel con el mensaje “NO a la PRIVATIZACIÓN de la SANIDAD”, y me dispuse a esperar acontecimientos.
Llegó pronto una persona diciéndome que me esperaba un alto cargo de la Consejería (no puedo ser muy exacto en este punto) con el que tendría la oportunidad de departir e intercambiar opiniones al respecto. Repliqué que yo quería hablar solo con el Consejero.
A renglón seguido, apareció un policía de paisano, que me reconoció de algún que otro encierro en la Consejería de Educación (me llamó finalmente la atención la cantidad de personas de seguridad y de policía, todas de paisano, que puede haber hoy en un sitio público, a las cinco de la tarde). Mismas palabras y frases acostumbradas (“aquí no puede estar”, “le comprendo, pero, si se queda aquí, mi obligación es llamar a mis compañeros”, etc.). Le dije que yo estaba cumpliendo mi obligación en conciencia, y que él hiciese lo que considerase oportuno. Una veintena de metros de la concentración de fuera había un furgón de la policía nacional. Entraron tres o cuatro en el edificio, hablaron con los policías y personal de seguridad, y un policía nacional me preguntó rápidamente cuatro cosas, no me pidió que me identificase y me recordó qué me podía pasar si la cosa seguía su curso acostumbrado. Me dejó allí dentro y se despidió diciéndome que si necesitaba cualquier cosa, no tenía más que decírselo. Tanta amabilidad me hizo pensar que allí se estaban conjugando dos cosas: no querían expulsarme y mucho menos llevarme detenido porque se habría armado fuera la marimorena, y en segundo lugar, sabían que yo era el que escribía en El Periódico de Aragón por lo que debían andarse con sumo cuidado, quizá cumpliendo órdenes “de arriba”.
La segunda hipótesis se vio quizá confirmada cuando bajó de la octava planta la secretaria particular del Consejero, la cual, tras los saludos de rigor, me invitó a conversar con ella en unos sillones del vestíbulo de la Consejería.
Allí estuvimos unos minutos conversando amigablemente sobre algunas cuestiones (no considero conveniente explicitar más aquella conversación). Eso sí, me comunicó que el Consejero no podía recibirme aquella tarde por encontrarse fuera y que tenía interés en recibirme pronto para intercambiar puntos de vista sobre todos esos temas, por lo que iba a llamarme para concertar pronto una entrevista.
Agradecí sinceramente el gesto de la secretaria particular del Consejero y salí del edificio del Servicio Aragonés de  Salud (SALUD) por donde había venido.

+@Los médicos de Madrid que operaron a Aguirre y a Fabra se salvan de la jubilación forzosa.


DdA, X/2399

No hay comentarios:

Publicar un comentario