viernes, 5 de abril de 2013

LOS REYES GOLFOS DE ESPAÑA*


Félix Población

Nada más proclamarse la segunda república, en 1931, el escritor Gonzalo de Reparaz (hijo) dio a la imprenta un libro que tuvo el previsible éxito que cabía esperar en aquellas circunstancias. El título contribuyó en buena medida a ello: Los Borbones de España: historia patológica de una dinastía degenerada. La coyuntura histórica no es hoy la misma, si bien es ostensible el mal trance por el que pasa actualmente la monarquía, a raíz de la comparecencia del yerno del rey ante la Justicia por una posible apropiación de 6 millones de euros de dinero público -mediante su camufle en el Instituto Nóos- y la reciente nueva de que el propio Juan Carlos I heredó de su padre -hace veinte años- algo más de dos millones de euros, que don Juan de Borbón tenía depositados en Suiza. Súmese a ello, como colofón de reciente actualidad, el que una infanta de España haya sido imputada también por el caso Nóos.

Con toda seguridad, el escritor ovetense Diego Medrano (1978), que además de tener publicada una obra soprendentemente extensa (para su edad) en prosa y verso ha gozado de muy buenas críticas por parte de autores como Pere Gimferrer o Antonio Gamoneda, fue consciente de que un libro como el que acaba de publicarle editorial Berenice era rentable en días como los que corren, tan adversos para la Corona. Historia golfa de las monarquías hispánicas: Guía regia de descarriados: de Sigerico a Urdangarín cumple en parte las expectativas que el lector puede hacerse con relación al contenido, si bien se queda corto en lo que atañe a la figura del último monarca, al que el autor trata con una deferencia excesivamente respetuosa, en comparación, sobre todo, con sus predecesores. Hay párrafos, incluso, que parecen propios de un servil cronista cortesano y que desentonan con el resuelto sarcasmo crítico exhibido en capítulos anteriores: La campechanía del monarca -dice de Juan Carlos I- , unido a su buen humor, a su excelente humor, provoca que se haya ganado hasta en los trances actuales tan dolorosos (Urdangarín) el aplauso y la fortaleza de este, su pueblo, el español, quien le sigue fervoroso y en su mayor parte se considera hijo y siervo de aquel.

Es muy probable que quienes lean este libro lo hagan a partir del último capítulo, pues siempre resulta más interesante saber de la golfemia de los reyes más próximos a nuestros días que arrancar de los monarcas godos Sigerico, Amalarico o Teudiselo, perdidos en la bruma de aquellas listas memoriosas de antaño. En este sentido creo también que el autor está mucho más inspirado en sus digresiones y comentos cuando se refiere a la golfería de los Austrias y Borbones (fallecidos)  que cuando se remonta a los monarcas de Asturias, León, Aragón  y Castilla, o a los emires y califas del periodo musulmán. Me parece, asimismo, que su insistencia en establecer comparaciones con teorías literarias puede quedar en muchas ocasiones fuera de lugar, sustrayendo la frescura y gracia que los comentarios de Medrano pueden suministrar en otros casos.

Debo confesar que como lector esperaba más erudición que digresión en el libro del escritor asturiano, menos diálogos discursivos sobre los personajes y más información acerca de su particular y específica golfemia. De todos modos, el somero conocimiento que aporta sobre la personalidad de los protagonistas resultará entretenido para aquellos lectores que no estén familiarizados con sus peculiaridades más oscuras a través de otras obras anteriores de similar y reiterado asunto.

*Historia golfa de las monarquías hispánicas
Guía regia de descarriados: De Sigerico a Urdangarín
Diego Medrano
Rústica / Mate / UVI
Tamaño:14.5 x 22.5 cm
Núm. de páginas: 240
Precio: 17,95
Edición:primera
Fecha de edición:octubre, 2012
ISBN: 978-84-15441-17-5

PUNTOS DE PÁGINA
Altezas y bajezas
Hubo un tiempo en que, obtuso y a medio hacer, todavía me costaba distinguir entre la infanta de naranja y la infanta de limón, la tonta y la lista, la guapa y la fea —así las catalogaba la plebe— de esa disfuncional familia a la que mis mayores denominaban, henchidos de orgullo y satisfacción, Casa Real; pero han pasado los años y… ahora me cuesta aún más separar la paja de la paja: mi única certeza es que la lista —o sea, el grano— debe pertenecer a otro linaje; y mi truco para distinguirlas consiste en asociarlas a sus (hoy marchitos) consortes: la mayor fue, es y será para los restos la Marichalá; y la menor, recalcitrante en su extravío vital, la Urdangarana; la misma que anteayer se transmutó en el (pen)último capítulo del libro gordo de la Historia ostentando el dudoso honor que confiere convertirse en el primer miembro de una familia real imputado por un caso de corrupción —que no es exactamente lo mismo que ser el primer regente corrupto, pues de esos están los mausoleos llenos—. Un juez con los atributos del caballo del Espartero decidió acabar con meses de renuencia judicial y decretó unilateralmente el principio del fin de la monarquía española. Los sufridos súbditos ya barruntábamos que la verdadera matahari de La Zarzuela no era la princesa Corinna zu etcétera sino la consentidora del trinque sin ánimo de lucro perpetrado por el duque em…Palma…do, y ahora estamos a un solo paso de descubrir que en España todos somos iguales ante la ley; pero no porque los de abajo demos la talla de sus altezas sino porque en las alturas le han cogido gusto a nuestras bajezas. Parece ser que la degeneración de la campechanía regia posará desde una celda para la becqueriana culminación de Los borbones en pelotas. Manuel Tirado/ Península Histérica

DdA, IX/2350

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