Después que la asamblea de majaras (como también es conocido el consejo
de ministros) nos anunciara el pasado viernes un galimatías de medidas
que el personal debíamos adivinar por descarte y tras volver a obviar
cualquier plan de emergencia contra el brutal desempleo que arrojan los
datos, Rajoy saltó a a la palestra para pedir paciencia. La
paciencia, señor presidente, era color verde esperanza y se la comió un
burro. En este caso, una manada de asnos que rebuznan jactándose de su
propia ineptitud. Y entre mentiras, subterfugios eufemísticos y humor
canalla, cocean con saña la paciencia y, de golpe, la esperanza de la
gente.
¿O no es una coz en toda nuestra jeta oír como Montoro define de
"alocadas" las subidas que en anteriores años experimentaron las
pensiones? En mitad de la cara de cientos de miles de familias que
subsisten de milagro con la paupérrima jubilación del abuelito. ¡Zas!
queriendo. Pero como don Cristobal (puesto a largar ruindades) se pinta
solo, no pudo evitar añadir una nota de sarcasmo al comentar que, dichas
subidas, no eran buenas para nadie. Mucho menos para los jubilados. De
su inquietante sonrisa de hiena enajenada se puede deducir que, los
manirrotos viejos, se gastan sus opulentas pensiones en sexo, droga y
rock and roll. Sin embargo, tengo entendido que a muchos ya no les llega
ni para los medicamentos. A lo mejor este es el problema. Si se pueden
medicar vivirán más tiempo y eso descuadrará las cifras de Montoro.
El
caso es que la puesta en escena de este viernes no apaciguó la
incertidumbre de las masas. Los payasos de la tele resultaban más
creibles. Y para tirabuzonear el bucle del esperpento, el presidente
consultó las runas intentando despejar la niebla de nuestro
escepticismo. Mariano pide paciencia porque, aunque no lo perciba la
ciudadanía, la cosa está mejorando. No se sabe cómo ni de qué manera. Se
prevé que el empleo se seguirá destruyendo. Algunos expertos asegurán
que serán 7 millones en el 2014. Pero Rajoy piensa que son unos
agoreros. Unos descreidos que aborrecen los milagros. Y mientras el país
se desintegra, las personas pierden sus trabajos y sus casas, crece la
desnutrición infantil y el desamparo, este gobierno reclama fe ciega
para remontar la ruina.
Paciencia no es lo que necesitamos, presidente.
Lo que nos hace falta es un gobierno que promueva proyectos para crear
empleo y para proteger a los más desfavorecidos por la crisis. Un
gobierno que gobierne para el pueblo. Que no mienta, que no traicione
sus promesas electorales. Que no se nos ría en las narices. Estamos al límite. ¿Paciencia? Lo dicho, se la papearon unos burros indecentes.
DdA, X/2371
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