Cuando la realidad ofende y nos suelta repugnantes salivazos apuntando a
la conciencia, sería de insensatos o de pusilánimes mirar para otro
lado. La injusticia que padecen miles de personas desahuciadas de sus
casas por una deuda que les perseguirá de por vida, es algo más que un
escupitajo de desprecio. Es una burla cruel hacia una sociedad que se
desangra entre la desesperación de no encontrar salida y la impotencia
de ver como los chorizos, defraudadores y bandidos escapan del castigo.
La sensación general es que los urdangarines, los bárcenas y la
interminable lista de delincuentes vips que dirigen nuestras
instituciones y grandes empresas, saldrán impunes de todos sus
chanchullos. ¿No lo hacen siempre?
La gente habla abiertamente del doble
rasero que se emplea para medir las faltas del populacho y las de estos
golfos de lujo. A pesar de los embargos judiciales, no veremos jamás
sacar a rastras a Matas o a Urdangarín y la infanta de sus regias
atalayas. Aunque es poco probable que ninguno de ellos acabara
suicidándose u hospedado bajo un puente, la justicia se vuelve perezosa y
sensible al sufrimiento de los pobres ricos caidos en desgracia.
No
sucede lo mismo con los muertos de hambre a los que se pisotean sus
derechos para arrojarles como perros a la calle. Con estos no hay piedad
y, lo que es peor, ni un atisbo de justicia. El escrache es la última
frontera lícita que nos queda al ciudadano. Un cuerpo a cuerpo incruento
que recuerde a los políticos que su complicidad es culpable. Que si
quisieran, si tuvieran la voluntad y los redaños, se podría detener esta
sangría. Debe resultar violento que un grupo de solidarios anónimos no
te dejen mirar para otro lado. Tienen que sentirse cercados por el
miedo, cierto. Aterrorizados ante la perspectiva de que se les rebelen
los enanos. De que abandonemos la apatía racial que nos caracteriza y
tomemos partido hasta mancharnos.
Por mi parte, me mancho hasta los tuétanos apoyando un escrache pacífico pero implacable hasta que cese su acoso contra el pueblo. Algunos se empeñan torticeramente en llamarlo terrorismo. Yo creo que es defensa propia. Un ejercicio democrático de pura dignidad y supervivencia.
ESCRACHE Y REPRESIÓN
+@Primero se quedaron con la democracia, luego fueron a por el país, y más
tarde, aprovechando que sus propias leyes y cortapisas les favorecían,
se agarraron a la impunidad. No contentos con ello, cuando gente
indignada –nunca la suficiente, pero sí la bastante para empezar a
levantar cabeza– les afeó en la cara su comportamiento, haciéndoles
escrache, a esa gente la llamaron fascista, ellos, que vienen de una
buena cepa, y la llamaron pro-ETA, ellos, que creen que la libertad es
un reloj de cuco que solo asoma cuando le dan cuerda desde la
superioridad. Maruja Torres
DdA, IX/2353
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