Lidia Falcón
Las declaraciones de un diputado de UPyD, de cuyo nombre no quiero
acordarme, sobre las denuncias falsas de violencia contra la mujer, han
desencadenado una avalancha de críticas y repulsas, acompañadas de las
imprescindibles exigencias de dimisión. De todos los partidos, incluido
el de gobierno, de las asociaciones de mujeres y los grupos feministas,
y de periodistas y comentaristas de todos los medios. También de todo
el mundo político, mediático y feminista. Excepto de la Sra. Rosa Díez,
jefe de filas del partido donde se halla inscrito el citado personaje.
Es de suponer que ese señor quería provocar con sus declaraciones la
atención que obtuvo, éxito mediático de unos días del que parece
bastante falto desde que no tiene público para sus malas
representaciones como actor. Por no sugerir que dada la insistencia con
que repite las mismas afirmaciones, como hizo en la Comisión de Igualdad
hace unos meses, en la que para más INRI representa a su partido, se
trata de un tema en el que se encuentra implicado personalmente. Hora
sería que declaraciones como esas tuvieran el tratamiento penal que
corresponde a la apología de la violencia contra la mujer, como lo es
excitar el odio racial, pero siempre nuestros gobernantes y legisladores
han mostrado más repulsa contra el racismo que contra el machismo.
Pero lo que no se entiende es que la líder de UPyD se muestre tan
esquiva e indiferente ante las declaraciones de su diputado, huyendo de
los periodistas cuando se le interroga sobre el tema. Ya conocíamos la
arrogancia de la Sra. Díez en sus numerosas actuaciones desde hace
largos años, a la par que la inanidad de sus discursos, que ha aumentado
desde que su propuesta política ha tenido el eco en la ciudadanía que
la ha llevado al Parlamento, a pesar de que no contiene más sustancia
que la de reclamar el fin del Estado de las Autonomías y la persecución
de terroristas. Esa misma arrogancia es la que exhibe en estos
momentos, en que hay que exigirle una declaración sobre los
planteamientos de su diputado, porque al parecer cree que no tiene que
ofrecernos su postura ante el grave ataque a las mujeres de su compañero
de filas, con esos gestos de desprecio que dedica a los periodistas.
Esa señora que lleva clamando contra la política de los sucesivos
gobiernos de España, en alguno de los cuales participó y que fue cabeza
de lista en las elecciones al Parlamento Europeo por el Partido
Socialista en el año 1999, respecto a las medidas que han tomado ante el
terrorismo de ETA, considera que el maltrato a las mujeres no es tema
suficientemente importante para que desde su altura de miras y
preocupaciones deba pronunciarse.
Teniendo en cuenta que en los últimos treinta años contamos con 2.400
mujeres asesinadas, lo que triplica las víctimas de ETA en cincuenta
años; que con un cálculo prudente son 2.500.000 las maltratadas
habitualmente, que alcanzan 15.000 las violadas cada año, y que en esta
sangrienta saga hemos de incluir los menores apaleados, abusados,
asesinados y desparecidos, de los que ni siquiera tenemos cifras, el
desdén que muestra la Sra. Díez por esta masacre es inadmisible.
Resulta sorprendente que sean precisamente los diputados de ese
partido los que insisten en comentar el tema de la violencia contra las
mujeres defendiendo a los hombres, descalificando a las víctimas,
acusando a las instituciones gubernamentales, Ministerio de Igualdad,
Fiscalía de Violencia de Género, Observatorio del CGPJ, de falsear los
datos; y aportando unas cifras espurias manejadas por una serie de
organizaciones de hombres machistas que llevan años lanzando una infame
campaña contra las mujeres, con el evidente propósito de distraer la
atención de las condenas que sus miembros han merecido por apalear a su
esposa, abusar de su hijo o violar a la novia.
No es pensable que en Francia, en Alemania o en el Reino Unido los
dirigentes de un partido parlamentario, ante esta conducta de uno de sus
miembros, hubieran eludido no sólo pronunciarse y pedir disculpas sino
también apartarle inmediatamente de la vida pública. Tan repulsiva
conducta en la representante del más alto nivel de UPyD, partido
político parlamentario, no tiene ninguna explicación. Si se puede
sospechar que el mal actor protagonista de este escándalo pueda estar
implicado en el tema personalmente, esta hipótesis no es previsible en
el caso de Rosa Díez. En consecuencia solo cabe pensar que la ideología
de esa señora corresponde a la de su compañero de filas y que si no se
define es porque teme la repulsa general.
Porque para defender a las víctimas de maltrato, y en consecuencia
solicitar mayor protección legal y judicial para ellas en vez de
denigrarlas acusándolas de ser culpables del delito de denuncia falsa,
nlo hace falta ser feminista, que es un grado más profundo de una
ideología progresista. Solamente hay que creer en la igualdad de todos
los seres humanos y conmoverse ante las desgracias que sufren los más
indefensos. Por eso resulta indignante que esa Sra. Díez que lleva
decenios haciendo una defensa arriscada de las víctimas del terrorismo
etarra, se muestre inconmovible y despreciativa ante las numerosas
desgracias e injusticias que están sufriendo las mujeres, que constituye
el más grave terrorismo machista. Si el número de víctimas de los
asesinatos y persecución de ETA alcanzaran el de las maltratadas, la
Sra. Díez estaría pidiendo que se declarara Estado de Excepción y que
interviniera el Ejército para que patrullara por las calles. Cuando se
trata de que las asesinadas, amenazadas y apaleadas son mujeres, sólo
obtenemos de ella una mirada despreciativa y el desgaire de negarse a
hacer declaraciones.
Todo un programa político progresista.
PUNTOS DE PÁGINA
Entre 2005 y 2011, Raúl Capote trabajó para la CIA en Cuba cuando en
realidad informaba de cada uno de sus contactos a los servicios de
inteligencia cubanos.+@Pascual Serrano
DdA, IX/2.321
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