sábado, 9 de marzo de 2013

LA INTOLERANCIA EN CUALQUIER ÁMBITO ES UN CÁNCER SOCIAL

 
María Esteban*

En el Diccionario Escolar de la Real Academia Española, “intolerancia” aparece definido como “Falta de tolerancia, especialmente religiosa”, y eso nos remite inevitablemente a la consulta de su antónimo:“Acción y efecto de tolerar”. Vaya por Dios. Aunque acabo de aprender, de paso, que existen las llamadas “casas de tolerancia”, que es lo mismo que una “casa de lenocinio”, es decir, “de mujeres públicas”. Curiosa senda semántica.
Vayamos al verbo:  
1. tr. Sufrir, llevar con paciencia.
2. tr. Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente.
3. tr. Resistir, soportar, especialmente un alimento, o una medicina.
4. tr. Respetar las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Cada una de las acepciones invita a la reflexión de un modo distinto.
1. Todos “sufrimos”, o “llevamos con paciencia” algo, sobre todo, como dirían los franceses, “chez les autres”. Cuando de verdad queremos a alguien, o cuando no nos queda más remedio, aprendemos a soportar los defectos de los demás y a vivir con ellos, por muy irritantes que puedan llegar a parecernos, incluso si somos conscientes de que se trata de algo realmente malo.
3. Esta definición me parece bastante poco acertada. No creo que se emplee jamás el verbo “tolerar” con ese sentido. Nadie diría nunca “Tolero la lactosa”; sólo se utilizaría para decir lo contrario: “No tolero la lactosa”, lo que parece que carga la frase de connotaciones morales. En realidad debería ser “Intolero la lactosa”, o, mucho mejor, “Tengo intolerancia a la lactosa”. Además, uno puede tolerar o no un compuesto químico, pero nunca un alimento o una medicina íntegros.
4. Es bastante curioso y significativo: en las demás acepciones, se nos da a entender que “tolerar” (que, como indica la RAE, es un verbo transitivo) se refiere siempre a algo negativo: algo desagradable que uno sufre; algo no aprobable; algo que el sistema inmunitario reconoce como dañino y lo rechaza. Y, sin embargo, también se emplea este verbo con “ideas, creencias o prácticas”.
2. Dejo para el final la segunda acepción, precisamente porque es la que me parece más interesante y peligrosa a gran escala. A lo largo de la Historia, esta tolerancia ha mantenido en silencio a grandes masas humanas cuya voz podría haber evitado terribles tiranías o genocidios. En familias conocedoras de casos de violencia doméstica en su ámbito más cercano, la tolerancia ha llevado a un desenlace trágico. En un instituto, quizá exista un cabeza de turco entre los alumnos y todos pueden saberlo, pero, como figura en algún decreto no escrito que se trata de un cargo vitalicio, es más sencillo hacer la vista gorda que arriesgarse a un peligroso cambio de papeles.
Ahora, pongamos un “No” al principio de cada una de las acepciones para que la redacción retome el sentido preciso. Encuentro que, de repente, los tres significados se aproximan bastante: las in-tolerancias implican siempre una ruptura.
En cuanto a la primera acepción, si dejamos de tolerar las lacras en los que nos rodean, se cortan relaciones y se rompen amistades, y uno acaba convertido en un misántropo. O, en el mejor de los casos, significará el final de un calvario y el comienzo de una vida nueva. Pero está claro que nunca es una buena idea cerrar la mente, y si nos desplazamos a la acepción 4 comprenderemos que las consecuencias de esto pueden ser catastróficas: La intolerancia en cualquier ámbito es un cáncer social, y asusta darse cuenta de que en realidad solo se presta atención a una serie de tipos de marginación que ya han sido etiquetados. Otras situaciones igualmente censurables escapan del ámbito de lo políticamente correcto y el asunto se invierte: en la buena conciencia de algunos que prefieren no pensar por sí mismos, es tolerable intolerar. Inexplicablemente, la moral se ha dividido, y el contrapunto de esto se encontraría en la acepción 2.
Pero resulta mucho más sencillo centrarse en la intolerancia a la lactosa. Seguramente esta acepción de la palabra sea la menos dañina para el hombre. La única diagnosticable, la única cuyos efectos son apreciables por los sentidos, la única que desencadena en nosotros una sucesión de reacciones químicas desagradables, pero es también la menos peligrosa para la razón humana.

*Alumna de Bachillerato de un instituto público

DdA, IX/2327

1 comentario:

Folía dijo...

Muy acertada y necesaria una reflexión así de pormenorizada de la tan manida tolerancia, a menudo usada por simples sinvergüenzas y aprovechados para sus propios fines.
Es una pena y no me parece justo que entre lo del Papa y la muerte de Chávez este buenísimo artículo pase algo desapercibido.

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