Montoro me pone. No voy a decir cómo, pero me pone el tío. No se trata
de su exótico físico ni del sex-appeal de esa risita, entre reprimida y
simiesca, que se le escapa cuando se hace gracia a sí mismo con sus
propias ocurrencias. La peculiaridad de Cristóbal que produce mutaciones
en mi código genético es bastante menos carnal de lo que cabría esperar
por sus encantos. Digamos que siento por él una atracción fatal,
alentada por la generosidad con la que el ministro se prodiga en largar
sandeces. Eso es lo que me enciende y me pone toda burra, con perdón.
El responsable de Hacienda es un ciudadano de mundo. Un hombre viajado que conoce las cloacas corruptas que se esconden a lo largo y ancho de la geografía planetaria. Nos invita, cuál Gurruchaga venido a menos, a viajar por los estercoleros internacionales para que nos escandalicemos menos con el muladar patrio. La pedagogía de Montoro, si nos atenemos a la sabiduría popular, solo puede consolar a los más tontos de los tontos. Y aunque el ministro no lo sepa, los españoles no llevamos capirote.
Si es verdad aquello de que somos rehenes de
nuestras palabras, no hay dineros para pagar el rescate de Montoro. Nos
ha dejado frases que pasarán a las crónicas negras de nuestra historia.
Ese infame: "Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros" fue una
manifestación arrogante e irresponsable de su auténtico ser. Pero solo
era mentira a medias. La primera parte, que cayera España, lo están
cumpliendo a rajatabla entre todo el gabinete de gobierno. Por lo menos, tenemos la sensación de que el suelo ha desaparecido bajo
nuestros pies y nos precipitamos al vacío. En cuanto a lo segundo, lo de
levantarla, lo hacen a su manera. Como en una montería. Levantan las
liebres del estado de bienestar para cobrarse las mejores piezas. ¡Pim,
pam, pum¡ Y nuestra sanidad y educación públicas presidirán las
chimeneas de las privadas mansiones de unos particulares. Si yo fuera el
ministro, en mis próximas declaraciones emplearía el lenguaje de los
mimos. Con un buen corte de mangas, resumiría más certeramente su
discurso. Hágame caso, insultaría menos la inteligencia de este pueblo.
Estamos
para poco chascarrillos. En las últimas horas, otras tres personas se
han quitado la vida. Asesinados torticeramente por la falta de
escrúpulos de los que ven en la caída de España una oportunidad de
negocio. Ya nos puede contar milongas don Cristobal. La porquería ajena
no camufla el hedor de esta humeante montaña de basura. No somos tan
idiotas.
DdA, IX/2.305
3 comentarios:
Gracias, Ana.
Estupendo artículo, Ana. Queremos más.
Gracias a vosotros por darme alas con vuestro cariño.
Mucha Salud y un fraternal abrazo.
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