jueves, 7 de febrero de 2013

¿ESTALLARÁ LA FACCIÓN EN EL PP POR LA PRESIÓN DE LA PODREDUMBRE ACUMULADA?

Jaime Richart

Dice Aristóteles que los gobiernos mueren por exageración de su principio. Y este gobierno no es probable que sea una excepción. La situación del país es la de un Estado fallido con un gobierno corrupto cuyo presidente miente cuando dice rotundamente la verdad y dice la verdad cuando insinúa su derecho a mentir.
Cuando hay una trayectoria antisocial en la vida de una persona marcada por sus antecedentes policiacos o penales, es inútil defender su reputación. La presunción de inocencia procesal queda relegada a un segundo plano y se comprende que la opinión pública condene a esa persona de antemano.
Pues bien, con mucho mayor motivo esta norma no escrita es aplicable al partido del gobierno y al propio gobierno. Son demasiadas sospechas de corrupción de distintas de alcaldes, presidentes de comunidad, concejales de urbanismo y otros jerarcas del partido popular a lo largo de 38 años. Porque aunque la justicia haya archivado denuncias de policía y brigada anticorrupción y querellas interpuestas por particulares; aunque se hayan paralizado numerosos procesos por la espúrea habilidad de sus leguleyos; aunque su mayoría absoluta ha sido la tónica y eso ha facilitado lo anterior y permitido toda clase de maquinaciones que han traspasado las paredes, para el pueblo no hay presunción de inocencia de su tesorero, de esta cúpula y de otras cúpulas. Invierte la presunción: para el pueblo y para toda persona desideologizada o simplemente amante de la verdad, la presunción, en el presente caso de los estadillos contables de 20 años del tesorero y beneficiarios de la cúpula del Partido Popular publicados por un periódico y ratificados por testimonios de otro, es que son culpables. Y si se hace problemático demostrar su culpa, si no corrompen también a los jueces, más difícil les será probar su inocencia.
Aun así, es probable que judicialmente salgan de nuevo airosos del trance, bien dejando los jueces dormir la causa, bien dictando una resolución tan estrafalaria como los discursos del partido a este propósito. La única esperanza que nos queda es la sentencia de Aristóteles sobre el motivo de la muerte de un gobierno, que no puede ser en este caso otro que el estallido de la facción por la presión de la podredumbre acumulada y la ambición de los conspiradores dentro del propio partido.

DdA, IX/2.298

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