Félix Población
Hace apenas tres meses, alguien
dijo a los ecuatorianos que usasen todas las armas de la democracia para
defender pacíficamente la libertad de empresa, exhortándoles a rechazar la
reforma tributaria que el presidente Correa intentaba aplicar sobre la banca privada
de su país y que reportaría a Ecuador 164 millones de dólares al año. Ese
alguien calificaba al primer mandatario ecuatoriano de cangrejo, por su empeño en
hacer retroceder a su país y poner al sistema bancario de rodillas y a merced
de los caprichos gubernamentales. “Queridos amigos ecuatorianos -dijo quien así
hablaba- no lo permitan, hagan lo que hicimos los peruanos hace 25 años,
utilicen todas las armas de la democracia para defender pacíficamente la
libertad de empresa, que la libertad es la única garantía real de desarrollo y
la justicia”.
Se trataba, en efecto, de Vargas
Llosa, el excelente escritor y declarado enemigo de los regímenes socialistas
de América Latina, que abría con este discurso la XLVI Asamblea Anual
de la
Federación Latinoamericana de Bancos, celebrada en Lima el
pasado mes de noviembre, y adonde no creo haya ido a dar testimonio de sus
incuestionables méritos literarios. Por esas fechas se encontraba en España
Rafael Correa, que se refirió a don Mario como un renegado que defiende el
capital privado por encima de las personas, después de haber sido una figura
representativa de la izquierda latinoamericana.
Ayer fue el pueblo ecuatoriano el
encargado de contestar a Vargas en las urnas de manera más que contundente: A
mitad de escrutinio, el presidente del país obtiene el 57% de los votos frente
al 24% que lograría su principal oponente, Guillermo Lasso. Hasta el diario El País, donde colabora regularmente Vargas, titula: Correa arrasa en las elecciones ecuatorianas. El triunfo de Correa implica un triunfo de la estabilidad en
Ecuador, donde han sido frecuentes las profundas crisis políticas, en las que
varios gobiernos corruptos y entreguistas han sido derrocados por la
movilización social. Es la primera vez, en más de treinta años, que un
presidente conserva tan altos niveles de popularidad al final de su mandato y
es reelegido con un amplio margen.
En este sentido, la votación por
Correa expresa un espaldarazo a la continuidad de sus políticas y una
oportunidad para que concluya las obras que ha emprendido en materia de
carreteras, hospitales, planteles escolares, centrales hidroeléctricas, etc. En
cuanto a las razones por las cuales Rafael Correa ha vencido de modo tan
rotundo, se basan sobre todo en el crecimiento económico, las bajas tasas de
inflación y desempleo, y las políticas
de redistribución de ingresos que se han traducido en una masiva inversión
social en educación, salud, vivienda, atención a los discapacitados y mejora de
la calidad de los servicios públicos (correos, seguridad social, registro
civil, función judicial). Al imprimir altos niveles de
calidad a los servicios públicos y colocarlos a disposición de los sectores más
pobres de la población, estos últimos no solo tienen acceso a ellos sino que se
sienten valorados en su dignidad y eso explicaría el alto apoyo a
Correa. Estos sectores, asimismo, han sido beneficiados por el bono de
desarrollo que en el mes de enero subió de 35 a 50 dólares mensuales.
Queda mucho por hacer, pero los
ciudadanos de aquel país han respaldado de modo singularmente mayoritario a su presidente para
que acometa su programa de asuntos pendientes y más perentorios en el transcurso de los próximos cuatro años, hasta
su anunciada retirada en 2017.
OTRO DISGUSTO MÁS PARA VARGAS:
DdA, IX/2.309
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