Luis Arias
La santificada transición se construyó, entre otras cosas, sobre el
olvido, decían que imprescindible para la reconciliación entre
españoles. Y, en un momento como éste en el que el desprestigio de la
política alcanza un listón insufrible para la buena salud democrática,
son muchos los que invocan de nuevo aquel momento histórico de
esperanzas y miedos como si desde entonces no se hubieran saqueado las
arcas públicas entre las corruptelas y los privilegios de la mal llamada
clase política.
Si el primer olvido fue injusto, el segundo resulta imposible. ¿Con qué autoridad moral se puede pedir a la ciudadanía que no tenga en cuenta las continuas decepciones y podredumbres padecidas desde entonces?
Escribí recientemente que esta segunda restauración borbónica, con el PSOE haciendo de Sagasta, agoniza. Y, desde luego, pedir que olvidemos lo que sigue ocurriendo a día de hoy es todo un insulto a la inteligencia. Nada puede empezar de nuevo, menos aún si no hay afán de corrección. Además, la experiencia muestra que el olvido es un mal cimiento. Siga, sigan.
DdA, IX/2.285
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