Pedro de Paz
Sentado
en la barra del bar apuro el tercer whisky. O el cuarto. No lo sé. Ye
he perdido la cuenta. Frente a mí, al otro lado del mostrador, una
televisión colgada de la pared escupe imágenes de un telediario. Aparece
una noticia que relata el fatal desenlace de un perro perdido en los
túneles del Metro de Madrid. Imágenes de personas protestando en los
andenes por la pasividad de los responsables de Metro de Madrid y algún
video amateur en en que se ve cómo el animal corre por las vías. No
sabía nada acerca de hecho. Estos días ando un poco desconectado de
todo. Sigo la noticia con la mirada. Me imagino al pobre animal perdido,
muerto de miedo, vagando solo y a oscuras por los túneles y siento cómo
un leve escalofrío recorre mis hombros. La camarera compone un gesto
triste y murmura: "Pobrecita perrita...". El murmullo tiene la
suficiente fuerza como para que lo oigamos los pocos que a esa hora
poblamos el local. Dos parroquianos que
comparten charla y cervezas sonríen con sorna. Uno le comenta al otro:
"Joder, la que lia un perro de mierda. Hasta sale en el telediario.
¿Pues no habrá noticias más importantes?". El consorte le responde: "¿Y
que esto le importe a la gente más que desgracias de las personas?" Y en
ese momento a mí me dan ganas de coger el vaso y estamparselo en la
cara. Será el whisky. Supongo. Pero me quedo sentado en mi sitio y me
quedo con eso. Con las ganas. Pensando. Y de pronto decido que sí, que
tienen razón. Que en ese momento me importa más esa noticia que las
desgracias de las personas. Que la noticia de la galga en el Metro de
Madrid me conmueve más en estos momentos que los rehenes de Argelia o
cualquier otra desgracia humana. Y que eso no es malo. Ni bueno. Sólo
que la conciencia tiene mecanismos raros. Y que ver sufrir a un animal
conlleva una carga emocional muy especial que, para su desgracia, no
todo el mundo es capaz de comprender ni asumir. Sólo los que aman a los
animales, los que conviven con ellos, los que han sentido su proximidad,
su ternura y su fragilidad, los que han tenido la fortuna de ser
acreedores de la nobleza de espíritu, de la capacidad de entrega y de la
idolatría de esos seres son capaces de comprender algo así. Y pienso
que, quizá por fortuna para ellos, ni esos dos parroquianos ni los
responsables del Metro de Madrid han tenido jamás que sostener la mirada
de Sandra el día que fue sacrificada y sentir cómo tu alma se desgaja
por dentro. Pero que no vivir una experiencia como esa no los hará
mejores personas. Solo pobres almas indolentes para los que "un puto
perro" jamás merecerá ser digno de nuestra atención. Ni de nuestro
respeto. Ni de salir en el Telediario.
PUNTOS DE PÁGINA
Dedicado a cuantos recibimos de la montaña un
corazón más limpio para que nuestra razón respire
más a fondo y más alto nuestra humana condición.
Lazarillo
UN GOLPE DE ESTADO
Porque en estas últimas semanas hemos descubierto que la corrupción
política y económica con la que hemos tenido que convivir históricamente
en dosis que creíamos no letales para la democracia, constreñida hasta
ahora discretamente en el ámbito impenetrable de sus organizaciones
mafiosas, se ha convertido ya en un bombardeo masivo y abierto contra
nuestra convivencia, donde apenas nos dejan la posibilidad de
defendernos o de huir. La
cosa nostra política
tuvo siempre sumo cuidado en no hacer ostentación de sus métodos
tramposos porque vivía de la discreción, de la ilusión óptica de que los
corruptos son siempre los otros, porque, al contrario que en las
dictaduras, en democracia hay que pasar por el molesto trámite de pedir
el voto a los incautos cada cuatro años.
+@Manuel Saco, ELDIARIO.ES
DdA,IX/2.281
5 comentarios:
Los galgos está nacidos para correr. Les queda corto el horzionte. Algunos son abandonados por sus dueños después de haberlo explotado en las carreras, cuando ya no son tan ágiles. Puede que la galga del metro haya sido uno de esos perros abandonados a su suerte. O haya huído de esas bestias humanoides que los matan o ahorcan en los árboles después de haberlos usado. El hambre, el frçio y el miedo la habrán llevado al corredor sin retorno del metro de Madrid. Hambrá deambulado muchos kilómetros a oscuras. Así hasta encontrar la muerte porque nadie tuvo el humanísimo detalle de liberarla de su desesperación. Gracias, Pedro.
Aquellas imágenes eran una buena fotografía de la vida de no pocos que pensamos y escribimos, e incluso de la agonía de un país, cada vez menos vivo, cada vez menos país.
La mirada de Sandra o la de todos los perros y gatos que han formado parte de mi vida, siempre ha sido más limpia que la de la mayor parte de la gente que conozco.
Nosotros perdimos la inocencia cuando empezamos a hablar, escribir y contar cuentos chinos para justificar nuestra naturaleza depredadora. ¡Cómo no va a conmovernos su sufrimiento1
Si el perro en cuestión hubiera sido de Esperanza Aguirre o alguno de los parásitos que pueblan nuestro panorama, seguro que lo habrían salvado.
la desesperacion de esta pobre galga,solo de pensarlo se me parte el alma, mas aun sabiendo como son de leales y cariñosos esos perros, eso os lo dice una socia,voluntaria y adoptante de tres galgos de Galgos 112, o sea que se de lo que hablo.No dejaron pasar a los animalistas a ayudarla,hubiera costado muy poco salvar a este pobre ser indefenso. Señores del metro de Madrid un poco de humanidad si os falta.
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