lunes, 21 de enero de 2013

PUTA GALGA DEL METRO

 
Pedro de Paz 

Sentado en la barra del bar apuro el tercer whisky. O el cuarto. No lo sé. Ye he perdido la cuenta. Frente a mí, al otro lado del mostrador, una televisión colgada de la pared escupe imágenes de un telediario. Aparece una noticia que relata el fatal desenlace de un perro perdido en los túneles del Metro de Madrid. Imágenes de personas protestando en los andenes por la pasividad de los responsables de Metro de Madrid y algún video amateur en en que se ve cómo el animal corre por las vías. No sabía nada acerca de hecho. Estos días ando un poco desconectado de todo. Sigo la noticia con la mirada. Me imagino al pobre animal perdido, muerto de miedo, vagando solo y a oscuras por los túneles y siento cómo un leve escalofrío recorre mis hombros. La camarera compone un gesto triste y murmura: "Pobrecita perrita...". El murmullo tiene la suficiente fuerza como para que lo oigamos los pocos que a esa hora poblamos el local. Dos parroquianos que comparten charla y cervezas sonríen con sorna. Uno le comenta al otro: "Joder, la que lia un perro de mierda. Hasta sale en el telediario. ¿Pues no habrá noticias más importantes?". El consorte le responde: "¿Y que esto le importe a la gente más que desgracias de las personas?" Y en ese momento a mí me dan ganas de coger el vaso y estamparselo en la cara. Será el whisky. Supongo. Pero me quedo sentado en mi sitio y me quedo con eso. Con las ganas. Pensando. Y de pronto decido que sí, que tienen razón. Que en ese momento me importa más esa noticia que las desgracias de las personas. Que la noticia de la galga en el Metro de Madrid me conmueve más en estos momentos que los rehenes de Argelia o cualquier otra desgracia humana. Y que eso no es malo. Ni bueno. Sólo que la conciencia tiene mecanismos raros. Y que ver sufrir a un animal conlleva una carga emocional muy especial que, para su desgracia, no todo el mundo es capaz de comprender ni asumir. Sólo los que aman a los animales, los que conviven con ellos, los que han sentido su proximidad, su ternura y su fragilidad, los que han tenido la fortuna de ser acreedores de la nobleza de espíritu, de la capacidad de entrega y de la idolatría de esos seres son capaces de comprender algo así. Y pienso que, quizá por fortuna para ellos, ni esos dos parroquianos ni los responsables del Metro de Madrid han tenido jamás que sostener la mirada de Sandra el día que fue sacrificada y sentir cómo tu alma se desgaja por dentro. Pero que no vivir una experiencia como esa no los hará mejores personas. Solo pobres almas indolentes para los que "un puto perro" jamás merecerá ser digno de nuestra atención. Ni de nuestro respeto. Ni de salir en el Telediario.


PUNTOS DE PÁGINA 
Dedicado a cuantos recibimos de la montaña un 
corazón más limpio para que nuestra razón respire
más a fondo y más alto nuestra humana condición.
Lazarillo

UN GOLPE DE ESTADO
Porque en estas últimas semanas hemos descubierto que la corrupción política y económica con la que hemos tenido que convivir históricamente en dosis que creíamos no letales para la democracia, constreñida hasta ahora discretamente en el ámbito impenetrable de sus organizaciones mafiosas, se ha convertido ya en un bombardeo masivo y abierto contra nuestra convivencia, donde apenas nos dejan la posibilidad de defendernos o de huir. La cosa nostra política tuvo siempre sumo cuidado en no hacer ostentación de sus métodos tramposos porque vivía de la discreción, de la ilusión óptica de que los corruptos son siempre los otros, porque, al contrario que en las dictaduras, en democracia hay que pasar por el molesto trámite de pedir el voto a los incautos cada cuatro años. +@Manuel Saco, ELDIARIO.ES

DdA,IX/2.281

5 comentarios:

Lazarillo dijo...

Los galgos está nacidos para correr. Les queda corto el horzionte. Algunos son abandonados por sus dueños después de haberlo explotado en las carreras, cuando ya no son tan ágiles. Puede que la galga del metro haya sido uno de esos perros abandonados a su suerte. O haya huído de esas bestias humanoides que los matan o ahorcan en los árboles después de haberlos usado. El hambre, el frçio y el miedo la habrán llevado al corredor sin retorno del metro de Madrid. Hambrá deambulado muchos kilómetros a oscuras. Así hasta encontrar la muerte porque nadie tuvo el humanísimo detalle de liberarla de su desesperación. Gracias, Pedro.

Unknown dijo...

Aquellas imágenes eran una buena fotografía de la vida de no pocos que pensamos y escribimos, e incluso de la agonía de un país, cada vez menos vivo, cada vez menos país.

Ana dijo...

La mirada de Sandra o la de todos los perros y gatos que han formado parte de mi vida, siempre ha sido más limpia que la de la mayor parte de la gente que conozco.
Nosotros perdimos la inocencia cuando empezamos a hablar, escribir y contar cuentos chinos para justificar nuestra naturaleza depredadora. ¡Cómo no va a conmovernos su sufrimiento1

Raúl dijo...

Si el perro en cuestión hubiera sido de Esperanza Aguirre o alguno de los parásitos que pueblan nuestro panorama, seguro que lo habrían salvado.

rosa dijo...

la desesperacion de esta pobre galga,solo de pensarlo se me parte el alma, mas aun sabiendo como son de leales y cariñosos esos perros, eso os lo dice una socia,voluntaria y adoptante de tres galgos de Galgos 112, o sea que se de lo que hablo.No dejaron pasar a los animalistas a ayudarla,hubiera costado muy poco salvar a este pobre ser indefenso. Señores del metro de Madrid un poco de humanidad si os falta.

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