lunes, 21 de enero de 2013

LA DESVERGÜENZA DE LA GUERRA DE FRANCIA EN MALÍ

Antonio Aramayona

Lluís Bassets, director adjunto del diario EL PAÍS, nos ha servido para desayunar un artículo que no tiene desperdicio (Guerras necesarias). Tras leerlo, se me han revuelto en el estómago las galletas, el café con leche y las veintitantas pastillas prescritas por el médico para empezar el día. Comienza el articulista refiriéndose a la clásica distinción entre guerras necesarias (=no hay otra opción) y guerras de elección u optativas, para concluir que la guerra emprendida en Malí pertenece al primer tipo: “el presidente francés ha mandado sus aviones y sus soldados a Malí porque no había otra respuesta posible al avance de las columnas insurgentes”, afirma Bassets, sin aclarar contra quién se habían levantado o sublevado los adversarios (diccionario de la R.A.E.: Insurgente: adj. Levantado o sublevado. U. t. c. s.), y si tal sublevación habría surgido como una sublevación necesaria u optativa.

¿Los cargos contra los insurgentes? Crímenes de guerra y de lesa humanidad, ataque y expulsión de la población e imposición de la sharía islámica como método de dominación. Es decir, más o menos como cuando aquello de Libertad Duradera en Afganistán y la defensa de las mujeres afganas y los derechos humanos de la población afgana, igualmente como la incursión bélica en Libia y el posterior linchamiento de Gadafi a manos de la población demócrata y liberada.  

En mi retina permanecen las fotografías de las refinerías de crudo y gas “liberadas” por Francia y Argelia, rehenes, población civil y secuestradores masacrados en la misma hornada y bajo las mismas bombas. Si unos magrebíes entran en París y matan a diez parisinos son unos execrables terroristas. Si aviones, helicópteros, blindados y soldados entran en Malí, afirmando a tiros “aquí mando yo”, son defensores de los derechos humanos, del pueblo maliense y de la democracia occidental, única democracia verdadera. 

Sin embargo, Bassets nos tranquiliza de inmediato: “no es una guerra por la energía, tal como reza un típico reproche antibelicista, sino una guerra en la que está en juego la seguridad energética de los europeos”. Aquí es donde definitivamente se me agrió el desayuno, pues por muchos esfuerzos que hice, no lograba alcanzar tal sutileza conceptual: no se trata de una guerra por la energía, sino por la seguridad energética de Europa. ¡Acabáramos! Nosotros, los imbéciles estamos emperrados en nuestro rancio antibelicismo porque no sabemos diferenciar la energía de la seguridad energética.

En el entorno regional del sur de Argelia y del norte de Malí “se hallan los grifos del petróleo y del gas que llega a los hogares europeos”, dice Bassets, pero ya no nos ilustra acerca de dónde están los hospitales, las escuelas, las carreteras, las viviendas, las tiendas de alimentación y los servicios básicos ciudadanos en esa misma región, bien colonizado por British Petroleum y otras benefactoras compañías petrolíferas. Nosotros, los antibelicistas, defendemos que la era de la rapiña debe acabar. Cuando libremente los habitantes del Sahel intercambien con los europeos su gas y su uranio, deben obtener a cambio bienestar y prosperidad. De lo contrario, la guerra de Francia en Malí no será ni necesaria ni optativa, sino solo una desvergüenza más de los ricos para con los miserables.



DdA, IX/2.281

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