Camilo José Cela Conde
El intento de control, cuando no la
manipulación burda de los medios periodísticos, ha sido una constante en
el mundo político español. Las cadenas de televisión que nacieron de la
mano del poder autonómico son quizá el ejemplo más notorio de ese
fervor por dirigir las informaciones que les llegan a los ciudadanos,
con un despilfarro grandioso cuyos beneficios jamás quedaron claros.
Imponer una determinada línea informativa, ya sea de manera directa en
los telediarios o indirecta sesgando los invitados a las tertulias, no
da los frutos esperados cuando llegan las elecciones.
Tal vez fuese esa
constatación la que llevó al gobierno del presidente Rodríguez Zapatero a
cambiar de modelo dando a la radio y la televisión públicas por
excelencia, las de RTVE, una libertad para decidir sus contenidos que
primero sorprendió y luego fue cimentando la fidelidad de los oyentes de
la radio y los espectadores de los programas informativos. Ese modelo
tiene una referencia proverbial: la de la BBC, la corporación pública
del Reino Unido que es un verdadero ejemplo para quien crea que los
medios informativos deben ser del todo ajenos al control político. Pues
bien, en un tiempo muy breve se vieron los resultados positivos que
aparecen cuando se deja trabajar sin presiones a los profesionales. Los
programas que cubrían mañana tarde y noche en Radio Nacional de España
se convirtieron en pocos meses en referencias casi de culto.
Ha
durado poco semejante felicidad. Y no puede decirse que su final haya
supuesto una sorpresa. Cualquiera que fuese oyente de aquellos programas
como el de Asuntos propios de nuestro compatriota Toni Garrido temía
que, con el cambio del color político de la legislatura, se iba a cerrar
la espita de la independencia informativa. Pero no se trata de un coro
de los lamentos a título personal: el Consejo de Europa acaba de tirarle
de las orejas a RTVE por la vuelta de las injerencias políticas a la
radio y la televisión pública. Más significativa ha sido aún la caída de
la audiencia que, en cosa de un año, ha disminuido en casi una cuarta
parte por lo que hace a los oyentes de Radio Nacional de España. Y eso a
pesar de que, aun con muestras muy claras de las directrices políticas -como la de dar noticias positivas, existan o no, en los diarios
hablados- los programas de RNE intentan mantener un cierto pluralismo
en el color ideológico de los tertulianos.
Pero sucede que llueve sobre
mojado y que la memoria de los radioyentes no falla: están muy cerca
todavía los tiempos del tándem entre Aznar y Urdaci. Así que la
respuesta de RTVE al Consejo de Europa acerca de los órganos internos
que garantizan la independencia se antoja insuficiente. Es el día a día
el que demuestra si hay o no hay consignas políticas a seguir de forma
obligada. De momento, la sospecha ha expulsado a muchísimos oyentes.
Recuperarlos no va a ser una tarea en verdad nada fácil.
+@Por un beso de los gays, yo (TVE) censuraría lo que fuera.
+@Por un beso de los gays, yo (TVE) censuraría lo que fuera.
DdA, IX/2.291
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