sábado, 5 de enero de 2013

LA LIBERTAD DE ALFON Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN SALAMANCA

Foto: Lo que sí existe es la censura, la ocultación y los intereses de unos cuantos. 
Victorino García Calderón

Mientras escucho la mítica canción I've got dreams to remember, versionada por Buddy Guy, empiezo a escribir este que puede ser mi último artículo en estas páginas [diario digital Tribuna de Salalamanca, donde el autor venía colaborando regularlmente]. Una canción que traspasó fronteras allá por los sesenta de la mano (voz) de otro grande entre los grandes: Otis Redding.

La cadencia de la canción me hace estar tranquilo mientras escribo sentado al teclado de mi ordenador. Pienso en la trascendencia de los temas soul y blues de los años 60 y 70. Pienso en algo que parece que por aquí ha pasado de largo: la internacionalización, ahora lo llaman globalización. Por entonces los jóvenes pensábamos que el mundo sería mejor con el paso de los años, que nadie iba a parar la ola de vida que recorría todos los países de la tierra bajo la influencia de las letras de las canciones que nos llegaban desde el mundo anglosajón, EE.UU principalmente. Venían cargadas de vida y de reivindicación, los Beatles no fueron ajenos a ellas cuando desembarcaban en los muelles de Liverpool, la fuerza del rock y, sobre todo del soul, unidas al sentimiento del blues, hicieron mella en los que pensábamos, ya entonces, que el mundo no se acababa en Garrido, ni siquiera en Irún, ni en el mismo París, a pesar de mayo del 68, que aquello que escuchábamos obedecía a un sentimiento de universalidad en el sonido, en el arte y en la cultura.
El tiempo ha sido implacable y aquellos deseos e inquietudes juveniles se han tornado en intereses mezquinos por el dinero, por el poder, hemos sido invadidos por otra ola más grande y devastadora. Un auténtico tsunami de especulación con la crisis del capitalismo desde que ya no tiene oposición con la muerte del comunismo. No nos dimos cuenta que B.B King, Buddy Guy, Otis Redding, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, The Doors, Elvis y otros se transformarían en Goldman Sachs, stock options, incentivos, bancos malos, hipotecas subprime, activos… y sálvese el primero, que al último ya le darán por el trasero.
La influencia americana se ha tornado, como muy bien retrata Costa Gavras en su última película, en puro juego especulativo de “niños malos” que sólo quieren más y más, mientras van dejando cadáveres a diestro y siniestro sin importarle los nombres de cada uno de nosotros ni nuestra condición y para ello no dudan en hurgar en lo más hediondo, por un lado, mientras por otro, ocultan cualquier forma de denuncia de los excesos del sistema más inhumano y terriblemente global que nos hemos echado a la cara.
Este tipo de ocultamientos ha llegado hasta nuestro suelo, hasta nuestra tierra en forma de censura. De una censura mezquina que intenta, en un alarde de tirabuzón mediático, ocultar a la vez que airear la mentira utilizando una de las armas (herramientas diríase) de la tecnología moderna: el “fake” o fotomontaje como lo llamamos los fotógrafos, del que fueron maestros John Heartfield y Josep Renau en los años treinta cuando lo utilizaron contra las dictaduras de Hitler y Franco, respectivamente, y cuando tenían un sentido revolucionario, más adelante, los comunistas seguidores de Stalin se encargaron de hacer lo mismo con su rival Trosky y lo borraron de no pocas fotografías.
El “fake” de hoy es más que una ocultación, es una mentira tergiversadora de la realidad, es un herramienta más del poder y si no existe, nos la inventamos como ha ocurrido esta semana en este mismo medio de comunicación en el que, ni cortos ni perezosos, los responsables, no sé si por ineptitud o, peor aún, por imposición del sistema de mentiras que vivimos, han publicado que la pancarta que alguien colgó de la catedral y vio media Salamanca a la mañana siguiente, era una mentira, era un “fake” que alguien había hecho en su casita tranquilamente y después había colgado en una red social, en un alarde de darle la vuelta a un hecho que solo quería esclarecer la verdad sobre otro hecho, aún más reprobable: la privación de la libertad de un chico vallecano el mismo día de la huelga general cuando se dirigía a participar en ella, es decir, hay que ocultar todo lo que lleve a denunciar de los excesos del poder, y si este periódico no se retracta de ello, a pesar de todo lo que me une a él desde tiempos más libres, dejaré de escribir en estas páginas.
Como se puede comprobar en los links siguientes, el hecho de colgar la pancarta existió, la detención ilegal de “Alfon”, así llaman a Alfonso en Vallecas, también. El infortunado chico, que sigue en prisión acusado de terrorista y la ocultación de los medios de todo lo concerniente a este caso, es de época. Lo que no cabe duda que existe es un deseo de control de la opinión pública que ya resulta escandaloso o, peor aún, amenazador. Las mordazas existen, doy fe, de momento para tapar la boca, y si siguen así y no les paramos, quizás, en futuro cercano nos lleguen a tapar las conciencias y las mentes llevándose en su negrura todas las ilusiones de aquellos que vivimos las ansias de libertad en los sesenta y setenta dejándonos solamente la música de entonces como bálsamo para resarcir las heridas habidas en unos momentos que yo me atrevo a calificar de verdaderamente involutivos con una vuelta atrás que en nada se parece a los anhelos de universalidad y libertad de entonces. A algunos nos da miedo de solo pensar en ello, pero mientras tenga sueños que recordar sé que estoy vivo.
¡¡ALFON LIBERTAD!!"

DdA, IX/2.267
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario