Antonio Aramayona
Mientras la Encuesta de Población Activa (EPA) daba a
conocer que en nuestro país la tasa de desempleo ha alcanzado en 2012 el
26,02% (5.965.400 parados), Ministros
del Gobierno de Mariano Rajoy y
representantes del empresariado han acudido solícitos a convencernos de
que debemos creer, como buenos ciudadanos, que la botella sigue medio llena.
Así, el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete,
tras reconocer que “no es un buen dato”,
aseguraba que la reforma laboral está empezando a dar sus frutos, lo cual es
una verdad como un templo, una vez que el ministro nos aclare qué entiende él
por “fruto”. No obstante, Cañete, previendo la objeción, lo explica raudo: con
la reforma laboral "se está frenando el proceso de destrucción de
empleo", lo cual, además de ser contrario a los datos constatables, solo
es verificable o falsable si previamente queda determinado dónde podemos
observar ese supuesto proceso inexistente y su presumible tasa potencial de destrucción
de empleo. En otras palabras, Cañete nos habla del poder destructor de un
proceso que no ha existido ni existe desde hace un año al margen del proceso de
destrucción de empleo causado por la reforma laboral del PP, ya que solo
podemos verificar o falsar fehacientemente el potencial de destrucción de
empleo de la actual reforma laboral, lamentablemente vigente desde hace un año.
En cualquier caso, el ministro Cañete está cargado de
razón cuando, al defender la reforma laboral de su Gobierno, añade que “hay más flexibilidad” para que trabajadores y
empresarios puedan “regular sus relaciones laborales” (es decir, más manos
libres para despedir fácil y barato, por un contrato basura, un salario basura
y un horario basura).
Como los amigos y compinches están también para eso,
el presidente de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa
(Cepyme), Jesús Terciado, acudió igualmente a avalar el argumentario del
PP e insistir en los mismos
razonamientos: tras afirmar que la reforma laboral está teniendo "efectos
positivos" sobre el mercado de trabajo,
añade que la “flexibilización de las condiciones de trabajo” (¡menudo
eufemismo!) permite que “la caída de la
ocupación (…) no fuera de mayor envergadura”. Es decir, Terciado viene a decir
que la pérdida real de una mano y un ojo es preferible a la pérdida de dos
manos, una pierna y dos ojos, lo cual sencillamente, además de una falacia
lógica, constituye una mera boutade.
Para más inri, el viernes, 25 de enero de 2013 la
ministra de Empleo, Fátima Báñez, volvía a recitar el mismo mantra del mismo
argumentario del PP: la reforma laboral ha servido para que decrezca el ritmo
de destrucción de empleo (lo asegura con suma tranquilidad, pero no dimite ni
tampoco al menos abandona la sala).
En otras palabras, finalmente te lo crees o no te
lo crees: es cuestión de fe, que según
el diccionario de la RAE, es “creencia que se da a algo por la autoridad de
quien lo dice”. Analícese entonces, en primer lugar, la autoridad de Cañete,
Terciado o Báñez y después, decídase qué grado de confianza merecen, qué hacer
con sus pseudoargumentos y qué hacer con los argumentantes mismos.
DdA, IX/2.286
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