Ana Cuevas
Puede que los demócratas de piel entendamos que el ejército (si tiene
que existir) debería estar al servicio de su país. Es decir, de su
pueblo. Pero en nuestra historia hay demasiados ejemplos en los que los
militares tomaron partido por unos compatriotas para masacrar a otros.
El ejército español posee un currículo terrible que la democracia y la
profesionalización de las tropas han logrado remontar para ofrecer una
imagen más normalizada. No es fácil cuando se arrastran los antecedentes
de una dictadura militar que aplastó con bota de acero los derechos de
varias generaciones de españoles. Tampoco ha contribuido a librarles del
mal karma la conjura del 23-F ni la tácita amenaza que flotaba en el
aire durante la transición aconsejando que no se cabreara demasiado a
los militares. Mejor dicho, a lo que se conocía como la extrema derecha,
que durante largos años encontró en el ejército su mejor aliado
liberticida.
Nuestra democracia creció acobardada por el fantasma del
sable. Quizás por eso tenga unos fundamentos tan raquíticos. Pero con el
tiempo el país fué olvidando el miedo a los espectros castrenses y las
estructuras militares cambiaron a la par que la sociedad. Por eso me
parecen muy inoportunas las palabras del ministro de Defensa asegurando
que el ejército está tranquilo y no piensa responder a absurdas
provocaciones.
El mismo ministro, a mi simplón entender, es inoportuno
per se. ¿O no les parece incongruente que el ministro de Defensa haya
sido un capo de la industria armamentística? Como poco choca, digo yo.
Pero es evidente que ciertas incompatibilidades no se tienen en cuenta
en este gobierno. Eso hace posible que Morenés ejerza de ministro de Defensa aunque se haya lucrado del negocio de la sangre y de la guerra.
Igual de impropio que hablar de provocaciones respecto al ejército. ¿Es
que el ejército es independiente del mandato institucional? ¿Acaso
quiere decir que si se les provoca o se les cabrea con veleidades
nacionalistas podrían inquietarse y actuar?
Flaco favor le hace el ministro a un estamento al que tanto le ha costado rehabilitarse del funesto pasado. Resucitando el fantasma del sable ha conseguido cabrear a tirios y a troyanos. A los militares profesionales que entienden un ejército moderno, libre de peligrosos salvapatrias.Y a los demócratas, que estamos hasta las ingles de la permanente coacción a la que es sometida la soberanía de nuestros pueblos. Ya no reconocemos más fantasmas que los que están ocupando los ministerios. Pero incluso a estos ectoplasmas les podemos hacer un exorcismo.
DdA, IX/2.272
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