Antropólogo y jurista
A grandes males, grandes remedios...
Desde que este país pasó de
una dictadura militar a una parodia de democracia, lo que entró en juego
es una lucha a brazo partido entre dos ideologías: estatalización de la
economía combinada con iniciativa privada (economía mixta), por un
lado, y privatización progresiva de la economía adelgazando al Estado
hasta la extenuación (neoliberalismo), por otro.
Después de años de orgías de despilfarro, abusos y latrocinio de
políticos, banqueros y miembros de la monarquía, el país vive ahora otra
realidad, un auténtico drama. Un drama cercano a la tragedia ocasionado
por el desempleo y la determinación del gobierno y del legislador de
socavar dos pilares del bien común: educación y sanidad; sea suprimiendo
servicios, sea entregando la gestión de ambas a manos privadas
pertenecientes al clan.
Es indudable que los partidos a la izquierda del partido proclive a
estatalizar tienen una vocación bastante más socializante que la de
éste, pero dado el escaso monto de sus escaños respecto a los dos
partidos principales, su influencia hasta ahora en la economía ha sido
más testimonial que práctica y más sindical que económica.
Hay una tercera vía: el socialismo real, el comunismo. Pero no
cuenta. La caída del muro de Berlín, la persecución a que ha sido
sometido por el imperio y los efectos dejados en la mentalidad española
tanto por la dictadura durante cuarenta años como por la guerra precedente como por el dogma religioso extrapolado al plano político y económico
durante siglos ("fuera del capitalismo no hay salvación", "éste es el
menos malo de los sistemas", "el que no está conmigo está contra mí"),
prolonga en este país en general la idea fija de que Marx y Engels,
Gramsci o Mao estaban equivocados. Y, por consiguiente, que China, Cuba,
Corea del Norte y el estado de Kerala en la India son un infierno y
sedes de injusticia. Que allí reparten pobreza. Como si la riqueza en
ete mundo no estuviese monopolizada por unos cuantos. A pesar de que el
capitalismo no trae más que desigualdad social escandalosamente
creciente y miseria a países enteros, y a pesar de que está acabando
con el planeta, los que viven del capitalismo están dispuestos a
estrujarlo hasta sus últimas consecuencias, parapetados en la ficción de
que aquí reina la libertad, la justicia y la vida feliz igual para
todos. Y ello pese a que en este país, a lo largo de toda la dictadura
hasta hoy y sin solución de continuidad, el caciquismo, la injusticia y
los abusos del poder institucional y fácticos son moneda de uso
corriente. Pero es inútil, no hay cabida en el pensamiento dominante a la
posibilidad de ensayar esa tercera vía. No interesa a quienes dominan a
estas sociedades considerar al marxismo, ni aún revisado, como una forma
más de organizar a la sociedad tan legítima como las demás; un sistema
mucho más eficaz y sobre todo más justo. El capitalismo, a lo suyo: a
laminar las capas sociales más débiles de cada país y los recursos del
planeta, a explotar a gran parte de la población del mundo (un ejemplo
de rabiosa actualidad es la situación que vive Malí por culpa del saqueo
del uranio).
Desde luego muchos millones concebimos el bienestar social sólo
desde la seguridad económica que aquí es inexistente tras dos décadas de
euforia y libertinaje institucional. El bienestar, la vida creativa y
feliz sólo es posible con la vida material asegurada. La incertidumbre, y
qué decir de la miseria, no generan más que angustia, desasosiego e
infelicidad; en absoluto creatividad.
Lo único que agiganta en este país las libertades formales es la
imaginación para el delito económico, para la especulación, para la
desviación y para el abuso de poder. La mayor "creatividad" se plasma en
la delincuencia política y empresarial dedicada a hacer dinero fácil a
costa del pueblo y a robárselo. A esta cadena de despropósitos, de abusos, de injusticias, de
errores y de saqueo por parte de tantos ladrones sociales amparados por
su propio partido, se suman los recortes que dimanan de esa filosofía
social que inspira la ideología neoliberal cuya meta es diezmar la
demografía del mundo.
El panorama social, político y económico, sanitario y educacional,
así como el científico, el ecológico, el industrial, el minero... Las
expectativas de los que viven cada vez más aislados y desastidos en
pueblos y aldeas; las de los enfermos crónicos, de los parados, de los
desahuciados, de los deprimidos y de los frustrados; las de los que
carecen de techo y de los que viven de la filantropía es tan desolador,
que no es posible que millones de personas no piensen en el comunismo. Y
en otro caso, que lo mejor sería incendiar el sistema político y el
perverso entramado económico para volver a empezar. No hay otros
caminos. Porque si el drama lo padeciera todo el mundo sin excepciones,
el alivio llegaría desde el reparto del desconsuelo entre todos. Pero el
agravio comparativo entre los ejércitos de los cada vez más marginados y
la reducida legión de los protegidos y los vividores del sistema hace
irrespirable y revolucionario el ambiente que se respira en España y en
otros países del mismo sistema. Los propios islandeses, que han sabido
resolver una situación en su país y cuyos niveles de corrupción están
lejísimos de los habidos aquí, han dicho que no se explican cómo no ha
estallado en España aún la revolución...
PUNTOS DE PÁGINA
DdA, IX/2.282
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