Lidia Falcón
Una nueva e insospechada consecuencia del programa de recortes del 
Gobierno del Reino Unido en el sector de la educación es el fenómeno que
 el diario The Independent descubrió en la web SponsorAScholar (Apadrina un estudiante) -ahora
 fuera de servicio- en la que se ofrecía a muchachas universitarias 
hasta 15.000 libras al año (18.500 euros) a cambio de favores sexuales. 
La página web presumía de haber conseguido que 1.400 mujeres de entre 17
 y 24 años hubieran financiado sus estudios gracias a hombres de 
negocios ricos en busca de "aventuras discretas".  Viejos que pueden 
disfrutar del cuerpo de jóvenes que, acuciadas por la pérdida de las 
oportunidades que hasta ahora permitía el sistema de bienestar social 
británico, se ven abocadas a tener que renunciar a la educación 
universitaria y escoger entre la alternativa de disfrutar de un futuro 
de vendedora de ropa interior o de un presente prostituido. Suponiendo 
que la degradación moral y psicológica que produce ser utilizada como 
objeto sexual en los años de la adolescencia, y formación del carácter y
 la personalidad, no las invalide para siempre para concentrarse en el 
estudio y les permita más tarde salir de semejante pozo para dedicarse a
 la investigación o la docencia. Resulta imposible sustraerse a las 
consecuencias de haber sido prostituida en el comienzo de la adultez. 
Que
 en el sistema capitalista todo es negocio no debería ser ningún 
secreto. Dada la resignación, y a veces beneplácito, con que la mayoría 
de los pueblos aceptan que ése es el único sistema posible, y sus 
consecuencias, diríase que desconocen la principal ley del capitalismo, 
el beneficio.  De tal modo se ha consentido que el sistema educativo, en
 vez de organizarse para su función -enseñar a  los niños y a los 
adolescentes a ser personas, a adquirir los conocimientos necesarios 
para conocer, comprender y transformar el mundo, a disfrutar del placer 
de saber y de enseñar-, se haya convertido en un negocio, donde el 
beneficio es fundamental. En consecuencia, si los jóvenes quieren llegar
 a ser titulados universitarios, condición indispensable como bien saben
 para poder tener un puesto de trabajo que no sea miserable, deben 
pagar. Y, ¿cómo pagar cuando no se tiene dinero?  Aparte de otros 
métodos delictivos, convertidos los seres humanos en mercancía, como 
hace ciento cincuenta años nos descubrió Marx, los que poseen el dinero 
venden y compran seres humanos para su beneficio. Sobre todo para la 
prostitución. 
En España, desde hace dos décadas se ha 
desencadenado una perversa campaña para que la moral pública acepte la 
prostitución como uno de tantos trabajos. Mediante la capacidad 
económica y de influencia política de que disponen las mafias de la 
prostitución y que han difundido abundantemente a través de todos los 
medios de comunicación, se ha conseguido infiltrar en el ánimo de una 
buena parte de los ciudadanos, incluidas muchas mujeres y algunas que 
incluso se autotitulan de feministas, la aceptación de que prostituirse 
puede ser un buena alternativa a un puesto de trabajo rutinario, molesto
 y mal pagado. En este caso, ya no sólo se trata de la explotación de la
 fuerza de trabajo, se trata de la utilización de toda la persona, 
implicada en la más perversa esclavitud. 
Que la sociedad actual
 ha sido moldeada, alienada, conducida al estercolero moral más abyecto 
lo indica que en tantos países europeos, los más modernos, los más 
avanzados, los supuestamente a la cabeza de la defensa de los derechos 
humanos, como el Reino Unido -en Alemania y en Holanda está regulada 
como otro empleo laboral y en España la situación de alegalidad de que 
disfruta las mafias de la prostitución les permite actuar impunemente en
 todo el país- se contemple con toda indiferencia por la ciudadanía no 
ya los miles de mujeres que se arrastran por las calles, los parques y 
las carreteras, medio desnudas haciendo gestos de invitación a los 
hombres que se acercan, que no merecen ninguna atención porque forman 
parte del lumpen, sino que las hijas de "buena familia", decentes según 
el criterio burgués admitido, desde los 17 años, puedan ser utilizadas 
sexualmente por hombres viejos y ricos, para conseguir la ayuda 
económica que precisan para sus estudios.
No conocemos las 
reacciones de las familias de las muchachas prostituidas, ni de qué 
manera han aceptado o ignorado los ingresos que sus hijas obtienen para 
seguir asistiendo a la universidad. Ni, y sería lo más interesante, 
cuántas han caído en las manos de las mafias que dominan el mercado y 
acaban en los Emiratos Árabes o cuántas abandonan sus estudios cuando el
 ambiente de nocturnidad, alcoholismo y drogas que acompaña a esa 
actividad las pervierte definitivamente. Pero bien es cierto que si las 
sociedades no reaccionan airadamente contra el más degradante destino de
 la mujer, es que han perdido su capacidad de indignación humana. 
Allen Dulles, el más conspicuo y admirado director de la CIA entre 1953 y 1961, escribió un libro, imprescindible, The Craft of Intelligence, 1963
 en el que exponía la estrategia que los servicios de espionaje de EEUU 
seguirían para hundir a la Unión Soviética. Como decía: "Episodio tras 
episodio se va a representar, por sus proporciones, una grandiosa 
tragedia, la de la muerte del más irreductible pueblo [el soviético] en 
la Tierra, la tragedia de la definitiva e irreversible extinción de su 
autoconciencia". Explicaba con detalle como actuarían para lograr la 
objetivo: "Apoyaremos...cualquier tipo de inmoralidad...la honradez y la
 honestidad serán ridiculizadas como innecesarias...El descaro, la 
insolencia, el engaño y la mentira, el alcoholismo y la drogadicción [se
 harán los dueños]...Haremos parecer chabacanos los fundamentos de la 
moralidad, destruyéndolos. Nuestra principal apuesta será la juventud. 
La corromperemos, desmoralizaremos, pervertiremos..." 
Sabemos 
ya que lograron su propósito muy eficazmente en la Unión Soviética. Lo 
que quizá no había programado Dulles es que tales efectos se propagaran 
también por el mundo libre occidental. Con la inestimable ayuda de los 
dirigentes del capitalismo y de sus lacayos, como Mr. Cameron, la 
destrucción de la moral social, la perversión de todos los ideales, la 
alienación de los jóvenes, su impotencia y su esclavitud están 
aseguradas. Pero se salvará el beneficio.
DdA, IX/2.247
DdA, IX/2.247
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