martes, 18 de diciembre de 2012

FELISA SALINAS, DECANA DE LOS EXILIADOS REPUBLICANOS EN FRANCIA

Lazarillo

El pasado 16 de diciembre 2012 falleció en una residencia de ancianos de las afueras de París, a los 108 años de edad, la decana de los exiliados republicanos españoles en Francia, Felisa Salinas. Había nacido el 20 de noviembre de 1904 en Aldealcorvo (Segovia). Era la pequeña de siete hermanos. Su padre, peón caminero y su madre se llevaban bien; los hijos no sufrían de malos tratos pero algunos inviernos la comida escasa los dejaba sedientos de justicia social. “Entonces sí que se hablaba de República en casa”, contaba Felisa.

El primer recuerdo que Felisa tenía de la Guerra de España era un ruido, el que hacía un avión que iba todos los días a la Puerta del Sol a lanzar propaganda franquista. “Lo llamábamos el churrero porque aparecía siempre por la mañana”, explicaba a EL PAÍS en noviembre del año pasado. El peor recuerdo de aquel conflicto era un asesinato múltiple. “Vimos a soldados por el viaducto de la calle Segovia (Madrid). Al llegar a la altura de la iglesia, el cura y el sacristán abrieron fuego. Mataron a cuatro. Y entonces la gente entró en la iglesia, los sacó a la calle y los fusiló allí”.

Felisa recordaba los caminos difíciles de su exilio francés. Lejos de sus tierras, separada de su familia querida, pasó tres años de sufrimientos por campos de concentración y pueblos desconocidos donde ella, muy sola, trabajaba de sol a sol para mantener a su niña de tres añicos. Con todo, solo dos veces en su vida. Cuando su marido, enflaquecido y enfermo al salir del campo de concentración nazi de la isla anglonormanda de Aurigny, murió en noviembre del 1948. La segunda vez lloró por la muerte su única hija, Nieves, con 70 años cumplidos. “Lo que han visto mis ojos es lo que no puede hoy caber en una vida”, repetía constantemenete la anciana republicana. Todos sus recuerdos, repletos de sufrimientos, de humillaciones, de represalias, de encarcelamientos, de matanzas y de duelos ensangrentados no taparon los escasos momentos de felicidad compartidos con los suyos y con los compañeros del exilio.

“Mi vida es la de cualquier otro republicano español exiliado, ni más ni menos, y a pesar de todo, tengo el orgullo de haber contemplado que mi pueblo fue el primero de Europa en luchar por la libertad y contra el fascismo. ¡Pienso aún vivir unos años más -decía hace tres-, así que, compañeros, aúpa! No os acobardéis, porque los espacios democráticos europeos van a peor... Hay que luchar como vuestros padres o abuelos lo hicieron en otros tiempos.”

PUNTOS DE PÁGINA
El dios de la codicía los cría y ellos se juntan
+@Los sondeos del rey nunca fallan
DdA, IX/2.256

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