Antonio Aramayona
Leo en el sitio web del gobierno español que “Palestina está a punto de
convertirse en Estado observador de la
ONU”, pero nuestro gobierno “ha pedido a la Autoridad Palestina
que no use su nueva condición en la organización para denunciar a Israel ante
el Tribunal Penal Internacional”. Como la cosa no es totalmente parecida a
ponerle el cascabel al gato, pero sí al menos a enseñárselo, las embajadas de
España en Israel y EEUU explicarán el sí español en la ONU, no sea que se mosqueen
demasiado ambos países.
Hay 193 países miembros de las Naciones Unidas, algunos de ellos la mar
de pintorescos, pero a Palestina solo le van a permitir ser Estado observador,
es decir, con derecho a asistir a ciertas asambleas plenarias y hablar en
ciertas ocasiones, pero sin derecho a voto, como le ocurre a potencias
internacionales tales como Ciudad del Vaticano y la Orden de Malta. La cosa
tiene su explicación: a los palestinos se les ha colgado en la frente, en lugar
de una estrella amarilla, un letrero con la leyenda “terrorista”, por lo que
eso de Estado observador parece complicarse.
Si acudimos al diccionario de la
RAE, terrorismo es “dominación por el terror” y “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”, por lo que nos
encontramos con la dificultad de aplicar el epíteto al pueblo palestino, pues
no domina nada, sino que lo dominan bien dominado. Eso sí, algunos de sus
miembros, pertenecientes a algunas organizaciones de resistencia, sí ejecutan
actos de violencia, si bien suelen ser bastante menores en cantidad y saña que
los perpetrados por el supuesto Estado víctima: Israel.
El Gobierno español recomienda a Palestina que no denuncie
a Israel ante el TPI, aunque, objetivamente, tiene sobradas razones para ello.
Desde la división de Palestina en dos mitades para judíos y palestinos en 1947,
la ONU se ha
visto atada de pies y manos por el veto de Estados Unidos, aliado incondicional
de Israel, en el asunto de los Territorios Palestinos Ocupados (básicamente,
Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este), que la ONU y la Corte Internacional
de Justicia han resuelto una y otra vez que sean devueltos al pueblo palestino,
aunque Israel no ha hecho caso alguno a las recomendaciones y resoluciones de la ONU y de los altos tribunales.
Tampoco hay que olvidar los Altos del Golán, pertenecientes a Siria, o la zona
de Shebaa, reivindicada por Líbano. No obstante, España teme las represalias
varias de los amos del mundo (entre ellos y principalmente, USA e Israel), por
lo que pinta como una heroicidad diplomática la adscripción de Palestina como
mero Estado observador de la ONU.
De todas formas, pensándolo bien, no tiene demasiada
importancia relegar el Estado de Palestina a mero Estado observador de la ONU, pues en la ONU la inmensa mayoría de los
193 países miembros no dejan de ser unos simples observadores de lo que se
cuece entre unas pocas potencias mundiales. Al fin y al cabo, el órgano
realmente decisorio es el Consejo de Seguridad, que sigue siendo una pamema,
pues de sus 15 países integrantes, solo 5 son permanentes y solo esos cinco
tienen derecho a veto (Rusia, Francia, Reino Unido, China y Estados Unidos). En
otras palabras, Palestina tendrá derecho a observar, que es lo mismo que han
hecho y siguen haciendo casi todos los demás, incluida España. Lo demás es solo
hojarasca.
DdA, IX/2.241
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