Alejandro Prieto
A
raíz de la indigerible frase comparativa entre las leyes y las mujeres pronunciada
por el ex presidente del Consejo General del la Ciudadanía Española en el
Exterior (órgano consultivo y asesor adscrito al Ministerio de Empleo), muchos
ciudadanos nos enteramos de la existencia de un organismo que, según puede
leerse en Wikipedia, está compuesto por tres puestos de dirección y varias
decenas de consejeros, destinados a prestar ayuda y asistencia a españoles
retornados y residentes en el extranjero.
Si cada vez se recortan más los
servicios dedicados los ciudadanos que residimos dentro del territorio
nacional, y cada día son más los que se ven se ven forzados a coger la maleta
para trabajar en otros países, cabe preguntarse cuál será el apoyo facilitado a
los compatriotas residentes en el exterior. La verdad es que, entre embajadas,
consulados, consejos y oficinas autonómicas, es fácil acabar con los síntomas
característicos de la desorientación.
Hace
unos días, noticias relativas a los Presupuestos Generales del Estado para el
2013, indicaban que el número de funcionarios descendería en un 2,2% respecto
al presente año, mientras que el de altos cargos no sufriría variación. Pues,
si alguien se asoma al balcón para escuchar la voz y conocer las necesidades de
la población, percibirán sin ninguna clase de dudas que la gente prefiere que
los recursos públicos sean canalizados hacia el empleo de conserjes, médicos,
electricistas, profesores o bomberos, que al mantenimiento de determinados
puestos de confianza alejados del día a día del ciudadano, y de elevada
remuneración.
Si
se llevara a cabo una selección de prioridades y objetivos, sometidos
posteriormente a referéndum, cuál sería el pronunciamiento de los
contribuyentes respecto a cuestiones como, por ejemplo, la elección entre
continuar facilitando la subvención de la comida en los colegios a los niños
de familias con rentas bajas, o seguir pagando viviendas y coches oficiales a
políticos y directivos de instituciones y empresas públicas que viven en la
misma población en la que desempeñan su labor.
Para
restañar la fisura abierta entre la clase política y la población, se hacen
necesarias mayores dosis de ejemplaridad, transparencia y sensatez en el estilo
de gobernanza y de gestión.
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