Ana Cuevas
Imitando
chabacanamente a los hermanos Marx en el oeste, los peperos alimentan
la caldera de la indignación a todo trapo. Solo que, en vez de madera,
ellos son más de arrojar detritos y basura hasta provocar la anoxia
general de la ciudadanía. Nos falta el aire. El ambiente está tan
enrarecido, huele tanto a podredumbre, que apenas podemos respirar sin
que las arcadas convulsionen nuestras tripas. La última, o una de ellas,
(¡son tan prolíficos en generar basura!) fue el comentario lanzado por
el efímero presidente de los españoles en el exterior, José Manuel
Castelao: "Las leyes son como las mujeres, están ahí para poder
violarlas".
Dos días ha durado el pájaro en su cargo. Eso sí, que nadie
crea que su cese se ha debido a una reacción fulminante del gobierno por
el repulsivo lapsus que evidencia la catadura moral del personaje.
Según sus propias palabras, la causa de su dimisión radica en motivos personales. No se que da más asco. Por otro lado, creía que los motivos
personales solo podemos tenerlos las personas. Pero resulta que unos
cerdos, con peor origen que los cerdos, también gastan de estas cosas.
Hay un par de amigos escritores que a menudo me aconsejan que no ponga
tanta pasión en mis escritos. Que modere mi pluma y guarde la distancia
con los acontecimientos. Seguro que no les falta la razón. Pues ya me
perdonarán si hago caso omiso de sus sabias recomendaciones. Cuando la
porquería me abofetea con el desprecio chulesco que emplea en su verbo
esta gentuza, me sale esa vena arrabalera de clase proletaria que no
quiere entender nada de guardar las distancias con sus depredadores.
Los
Castelaos que a diario nos escupen su cochambre en nuestras
peripatéticas jetas, me transforman en algo similar a un gremlin. En una
hembra peligrosa que no piensa escatimar zarpazos e improperios para
revolverme fiera a sus provocaciones. No se qué pensarán ustedes. Quizás
no sea elegante calificar a la mierda como mierda, sin paños fríos o
sinónimos floridos. Pero a estas alturas de la asfixia, ni quiero ni
puedo, ni debo. Y además, ¡no me da la gana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario