jueves, 4 de octubre de 2012

MUY POCA SOLIDARIDAD DESDE ATAPUERCA


Alejandro Prieto

Desde que nací, allá por la década de los 60, he tenido la fortuna de asistir y palpar una época de extensión y progreso del bienestar de la mayor parte de la población española, dejando atrás una densa estela de sufrimiento, dureza y dificultad que oscureció la atmósfera de distintas generaciones.

Aunque resulte paradójico y bastante decepcionante, puede decirse que en la adolescencia  veía la vida en color y la televisión en blanco y negro, y en la madurez vislumbro un futuro en tonos grises en un entorno saturado de pantallas y monitores de alta definición. Sin embargo, mostrar resignación ante los graves desequilibrios sociales existentes, renunciar a corregir errores y despropósitos, así como condenar el ejercicio de la autocrítica al ostracismo, no ha sido la actitud tomada por quienes trabajaron para dejar en nuestras manos un mundo más decente.

Las condiciones de vida de la ciudadanía deben tomar una dirección distinta a la  actual, pues no se trata tanto de carencia o escasez de recursos, sino de aportar racionalidad, sensibilidad, empatía y compromiso a la hora de llevar a cabo la redistribución de los mismos. 

A través del estudio de  restos ancestrales hallados en excavaciones, como es el caso del yacimiento de Atapuerca, los investigadores creen que entre aquellas gentes ya se tendía una mano a quien presentaba incapacidades físicas (congénitas o adquiridas a lo largo de la vida) que le impidieran participar con normalidad en las tareas elementales requeridas para procurar la sostenibilidad y supervivencia del grupo. 

Han transcurrido más de medio millón de años y, tristemente, el retrato de la realidad mundial está salpicado de manchas de ambición e indiferencia. Aunque la evolución de la especie ha sido extraordinaria en distintos aspectos, en  cuestión de comportamientos y actitudes la cosa cambia. 

EL NARCISISMO COMO ENFERMEDAD POLÍTICA
Detecto también rasgos de narcisismo en las discusiones políticas de la izquierda motivadas por la crisis económica actual, el deterioro de la democracia y la aparición de nuevas formas de rebeldía en movimientos como el 15-M. Hay muchas virtudes en el 15-M. La denuncia de la política institucional que se separa de la calle, la crítica a las cúpulas de unos partidos acostumbrados a confundir el bien del país con el interés de los poderes financieros y la superación de la dialéctica bipartidista, tan ruidosa como superficial, abren perspectivas muy importantes. De mucho valor son también las exigencias de una democracia real, participativa, transparente, más horizontal que vertical. Pero todas estas virtudes pueden convertirse en defectos si sólo sirven para dar pie a un descrédito generalizado de la política y de las instituciones democráticas al grito de “todos son iguales”.+@Luis García Montero

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