sábado, 13 de octubre de 2012

JUAN SIN TIERRA Y ROBIN HOOD*

Adolfo Muñoz

Los impuestos sirven para dos finalidades: por un lado para recaudar dinero con el que hacer cosas; por otro, para redistribuir la renta, pues los impuestos no se recaudan por igual. En un mundo justo, los impuestos se recaudarían y se utilizarían de acuerdo con el principio de Marx: “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad.” 

Pero Marx y la socialdemocracia quedaron heridos de muerte tras la Gran Victoria de 1989, y todo ha sido como cuando Ricardo Corazón de León se fue a las Cruzadas: que usurpó el poder el corrupto Juan Sin Tierra para dedicarse a lo opuesto de lo que proponía Marx. El nuevo principio quedó consagrado así: de cada uno según su debilidad, y a cada uno según su fuerza. En otras palabras: robar a los pobres para dar a los ricos. Pues, ante el empobrecimiento de sus antiguos clientes, el fuerte no tiene más remedio que ir a carroñear donde queda algo: en el estado. 

Por un lado, se recauda de los más pobres: los impuestos se cobran a trabajadores por cuenta propia o ajena; mientras que las grandes fortunas tienen triquiñuelas, legales e ilegales, para no pagar: la mayor empresa del país, la Iglesia Católica, está exenta de pagar impuestos por su ingente patrimonio e inmensas ganancias. Por otro, los impuestos terminan en las manos más llenas. Aún se destina algún dinero para pagar educación y sanidad, pero si no nos unimos para impedir que las cosas sigan por el camino que llevan, no será por mucho tiempo. La tendencia es a que el dinero de nuestros impuestos se lo lleven no los servicios sociales sino las grandes empresas, entre las cuales descuellan las de fe y las de armamento. 

De nuevo la Iglesia Católica es la más beneficiada: seamos clientes suyos o no, nuestros impuestos se destinan a pagar: 1) los sueldos de los sacerdotes de España; 2) los colegios concertados; 3) los sueldos de los profesores de religión de España; 4) las restauraciones de los templos y edificios de la Iglesia. A cambio, la Iglesia le cobra al pueblo hasta la visita turística a unos monumentos que construyó el pueblo, y que siglos después el pueblo le ha restaurado. 

A todo Juan Sin Tierra le sale su Robin Hood, y algunos han creído insultar al alcalde de Marinaleda dándole ese título. Pero los más nunca dejaremos de admirar las iniciativas del que roba a los ricos para devolver a los pobres. Cinco son los grandes mitos de la izquierda: don Quijote, Jesucristo, Gandhi, el Che Guevara y Robin Hood. Todos ellos defendieron la libertad, la igualdad y la fraternidad. Algunos murieron por ello; otros, como don Quijote, fracasaron siempre. De todos ellos, Robin Hood, ese arquero alegre y astuto que se esconde en el bosque y roba a los ricos para devolverlo a los que no tienen nada, merecerá siempre nuestro cariño. 

*Artículo 17º de El instante: Reflexiones sobre la crisis

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, muy informativo.

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