
Félix Población
La celebración ayer de un pleno, en el ayuntamiento de localidad toledana de Los Yébenes, en el que Olvido Hormigos revocaba su decisión de dimitir como consecuencia de la difusión de un vídeo erótico privado del que era protagonista, convocó a seis unidades móviles de televisión, seis. El nombre de la concejala socialista se difundió masivamente por las redes sociales y el vídeo en cuestión fue perseguido de modo no menos intenso por los internautas, que contaron con la colaboración de aquellos medios que se sirven de estas ilustraciones de morboso instinto para no caer en el olvido.
Todo esto denota lo que ya sabemos: que la palabra sexo concita calenturientas expectaciones en la Red y que, añadida a la política -aunque sea a la municipal de un pequeño pueblo manchego de poco más de seis mil habitantes-, las multiplica hasta extremos como el que nos ocupa. Pero lo más preocupante de todo es que ayer, cuando Olvido Hormigos se presentó en el ayuntamiento de su localidad para mantenerse con tanta dignidad como arrestos en el puesto para el que había sido elegida por sus conciudadanos, hubo de escuchar entre el gentío concurrente los denuestos, descalificaciones y agravios que quienes pusieron ese vídeo en circulación pretendieron motivar con su desalmado procedimiento.
Si es verdad que, como dijo Olvido, el vídeo se difundió desde el correo electrónico del propio ayuntamiento, mucho me temo que estemos ante una más de esas páginas negras que a veces nos depara este país, escritas por quienes tienen un sórdido entendimiento de la política y están inspiradas en la mentalidad de aquellos sectores ideológicos más retrógrados, para los que el sexo es lo que los insultos de esos convecinos de la concejala han expresado con un celo inquisitorial propio de los tiempos del potro y de la hoguera. Seguro que el ríspido Rouco los comprende.
EL REGRESO DE LOS NIÑOS SAHARAUIS

La imagen corresponde a la despedida de los niños saharauis que pasaron el verano en Asturias.
Como cada año, en esta y otras regiones de España, el retorno de los pequeños suele describirse con un mar de lágrimas. Los chicos añoran a sus padres, pero son conscientes de que no regresan a la tierra del país al que al que pertenecen, sino a un trozo de desierto cuajado de muchas necesidades y casi a la intemperie de las estrellas. Generación tras generación, la historia se repite sin que el mundo libre reconozca, respete y aplique justicia a la razón de esas lágrimas.
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