J.J. Suárez González
Esta pregunta se la están haciendo hoy millones de personas en España, que han visto cómo su nivel de vida ha caído en picado en los tres últimos años. Intentaremos responderla en pocas palabras:
Ya sabemos todos que el detonante de la crisis fue la quiebra de las hipotecas basura o de alto riesgo (subprime) y que el problema de la sobreproducción industrial en el mundo desarrollado fue su génesis. Pero contemporáneamente a la creación de la globalización y la burbuja inmobiliaria, salidas fallidas del capitalismo europeo y norteamericano, se estaba produciendo otro fenómeno que, a la postre, sería la mecha que haría estallar la dinamita que se había estado acumulando, el trasvase de inmensas cantidades de dinero entre estados y entre clases sociales.
La deuda de los EE UU, por ejemplo, producida por un déficit presupuestario muy alto, era comprada mayoritariamente por China, que financiaba así al país más endeudado de la Tierra, pero que, a la vez, lo descapitalizaba. Pero eso no fue una singularidad de los USA, porque en Europa y Japón sucedía algo similar. España, que es lo que más nos interesa, lleva mucho tiempo emitiendo deuda pública para financiar su déficit, es decir, nuestro país también se ha estado descapitalizando, últimamente teniendo que pagar intereses que han llegado a sobrepasar el 7% en los bonos a 10 años. Pero es que, además, la deuda privada y de las empresas españolas es mucho más alta que la del propio Estado y el incremento de los costes financieros también les ha restado recursos. Para más inri, la fuga de capitales, en el primer semestre de este año, se acerca a los 200.000 millones de euros. La falta de fondos públicos y privados es un lastre muy pesado que impide la recuperación económica y la pertenencia a la moneda única, aunque también tiene sus ventajas, un inconveniente. Parte de nuestro dinero se ha esfumado por esas vías.
Pero mucho tiempo antes de que estallara la burbuja financiero-inmobiliaria había comenzado también un gigantesco trasvase de las rentas del trabajo hacia las empresas, en general, y el sector financiero y los estados, en particular. Los sueldos empezaron a perder poder adquisitivo porque la inflación real era varios puntos más alta que el incremento salarial. En España el fenómeno se agravó extraordinariamente con el cambio de moneda, porque mientras los ciudadanos veían asombrados cómo se elevaban los precios de muchos productos (valga el manido ejemplo del café), se nos decía que la inflación no superaba el 3%. Obviamente, fueron los empresarios los verdaderamente beneficiados en todo ese proceso.
Al mismo tiempo, en el mundo se estaba produciendo un fenómeno que sería determinante para todo lo que sucedió después. El proceso de acumulación capitalista había llegado a una fase donde monopolios y oligopolios podían especular y alterar en su beneficio los precios, entre otras cosas, de las materias primas y de los alimentos. Todos recordamos el brutal incremento del precio de los hidrocarburos y de los cereales, esto, naturalmente, provocó un efecto cascada en toda la cadena de consumo. La pérdida de poder adquisitivo de los asalariados se agravó hasta el punto que ya no pudieron pagar sus hipotecas y ya sabe usted lo que sucedió después. Otra parte de nuestro dinero se fue por ahí.
La evolución del proceso de vaciado de los bolsillos de la gente provocó que se derrumbara el mercado interno y que los empresarios también se vieran afectados. Bajo este fenómeno, aumentaron los impuestos, bajaron los salarios, se congelaron las pensiones, etcétera, porque el Estado seguía necesitando mantener la recaudación fiscal y era apremiado a disminuir el déficit, y las empresas querían optimizar los recursos para mantener en lo posible la rentabilidad.
Potencias extranjeras, bancos y especuladores financieros se han llevado, después de un no demasiado largo recorrido, mi dinero, con la complacencia de los políticos que nos gobiernan y de los que viven a su sombra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario