domingo, 12 de agosto de 2012

EL TEMOR A UNA INSUMISIÓN FRENTE AL FRAUDE Y AL DESFALCO COLECTIVO



Ana Cuevas


La edición on line del diario alemán Der Spiegel ha mantenido en portada durante toda la semana el incidente de la expropiación alimentaria en un Mercadona de Écija. "La crisis económica provoca el saqueo de los supermercados por parte de los sindicalistas españoles", exponen dramáticamente en sus titulares. Conmoción y rechazo por parte de las gentes de orden. "Una nueva cicatriz que añadir a la mala imagen que proyecta España en el exterior", braman escandalizados los acérrimos defensores de la legalidad institucional. Un robo es un robo, sostiene una inmensa mayoría de opinadores mediáticos y peripatéticos.

Es increíble. Una acción elemental y simbólica, como la protagonizada por Sánchez Gordillo y los jornaleros del sindicato agrario andaluz, se ha sobredimensionado espectacularmente. Desde distintos foros, muchos han condenado este episodio con la misma contundencia que si se tratara de un acto terrorista. ¿Qué es lo que tanto les asusta?

Analicemos el asunto. Un grupo de personas deciden llamar la atención sobre una realidad que avanza en nuestra sociedad: la miseria. Básicamente es eso. Un grito de alerta, mejor o peor orquestado, que quiere exponer ante la opinión pública la desesperada situación en la que se encuentran miles de familias. Hablamos de auténtica necesidad, de hambre. Algo que debería ser impensable en la España desarrollada del siglo XXI.

Las causas son bien conocidas. Somos víctimas colaterales de la cuarta guerra mundial: la guerra financiera. En esta contienda, especuladores, piratas, polichinelas y estafadores de altos vuelos han dinamitado las bases del concierto social. Nos han remitido a un escenario que creíamos superado. La lucha de clases.

Ahora les preocupa que cunda el ejemplo de Gordillo y compañía. Que a los sindicalistas nos dé por mojarnos hasta las trancas y adoptar este modelo de guerrilla alternativa. Esa es la mala imagen que inquieta al respetable. La posibilidad de que ese gérmen se extienda contraviniendo los mandamientos de los mercados. Sobre todo el primero y principal: Nunca cuestionarás la tirania y explotación que dictan los mercados y acatarás sus expolios sin oponer resistencia. Amén.

Pues va a resultar que muchos sindicalistas somos ateos consagrados. Vamos, que no nos gusta que nos pongan de rodillas y pensamos plantar cara al auténtico saqueo de pie y a cara descubierta. Igual que los hombres y mujeres del sindicato agrario andaluz. Hermanas y hermanos que reclaman justicia a su manera y son criminalizados por ello. ¿Dónde están los delincuentes económicos? ¿Por qué la Guardia Civil no va a buscarlos a su casa para que rindan cuentas por la pobreza que ha generado su usura? Por sus crímenes de guerra.

Podremos discrepar en las formas pero, mientras las cosas vayan por estos derroteros, mi corazón estará junto a los jornaleros y con todo aquel que no se resigne dócilmente al descabello. Ellos son la "buena imagen" que puede hacer cundir el ejemplo de la desobediencia civil. Una insumisión activa frente al fraude y al desfalco colectivo que sufre la ciudadanía. Un frente de resistencia que podría transformarse en una pesadilla para el Olimpo de los mercaderes y sus cancerberos políticos. Ya saben, esos tipos de orden que nos tienen acostumbrados a dar tan "buena imagen" a la hora de justificar sus propias fechorías.

IGNORANCIA OLÍMPICA
Fernando Buen Abad
Saben perfectamente que se realizan las olimpiadas cada cuatro años. Saben que se trata de competencias muy diversas con desafíos enormes y de “alto rendimiento”. Saben que todos los deportistas, con sus equipos de apoyo, acuden dispuestos a enfrentar lo excepcional de cada rama deportiva ya sea en conjunto o individualmente. Lo saben con antelación de contrato leonino y sin embargo cada día son peores. Y no obstante, el empirismo supino del “periodismo deportivo” burgués, no falta con su porte de ignorancia proverbial abierta, de par en par, y no falta, tampoco, su siempre miserable calidad léxica. Y entonces se ahogan todos en un mar de adjetivos muertos repetidos hasta la náusea. Las tomas son tecnológicamente ambiciosas pero la creatividad de quien las maneja, infectada con una remanida estética de estereotipos, mira sin entender y “decora” con música cursi hasta cuando escupen los “medallistas”. La regla de oro es cobrar mucho y gastar nada por trasmitir una ensalada indigesta de eventos, revuelta con la cuchara de los “tiempos mercantiles”, y hacernos creer que, con eso, ya estamos “bien informados”. La realidad es irritante porque es ofensiva la petulancia de las empresas de “comunicación” que nos hacen tragar los rebuznos de sus “locutores” desnutridos de sintaxis, con vocabularios cada día más mediocres y cada día peor informados.Termina siendo una mueca grotesca que reduce el esfuerzo excepcional de los atletas a una alharaca en coro de ignorantes convencidos de que sus vociferaciones y su caudal de palabrería paupérrima, son la clave que “emociona” e “ilustra” a las masas ignorantes que, desde luego, deben pagar por semejante espectáculo de mediocridad. Así es el capitalismo. Todo.

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