lunes, 9 de abril de 2012

LA REFORMA LABORAL: TODO EL PODER PARA LA EMPRESA


Isaac Rosa

Con su intrincada prosa burocrática, las 63 páginas del BOE del 11 de febrero podrían resumirse en un sencillo tuit, enviado por el gobierno a todos los empresarios: “Desde hoy podéis despedir fácil y barato, bajar los sueldos, incumplir el convenio o “probar” trabajadores un año y luego echarlos sin coste”. Ahí está, en los 140 caracteres que ha puesto de moda la red social, el espíritu de la reforma laboral. O más breve, en formato sms: “todo el poder para la empresa”. O aun más corto, dirigido en este caso a los trabajadores: “rendíos”.

La reforma laboral de 2012, la última de una larga serie de reformas que han ido inclinando hacia el lado empresarial la balanza de las relaciones laborales (una balanza que siempre estuvo trucada, pero que mantenía al menos una apariencia de equilibrio), es la peor de todas, el tiro de gracia. Su efecto, además, se agrava en un contexto de crisis que extiende el miedo entre los trabajadores.

Porque en realidad la reforma viene a legalizar prácticas que la crisis ya había convertido en rutina en muchas empresas. Hasta su publicación en el BOE, la verdadera reforma laboral era la propia crisis, los cinco millones de parados que ejercían la presión suficiente sobre los trabajadores como para que las empresas impusieran de forma unilateral y sin mucha resistencia modificaciones de las condiciones laborales, reducciones de sueldo, indemnizaciones de despido más baratas y discrecionalidad total en el día a día. Sin que se hubiese pronunciado el Consejo de Ministros, ya eran muchos los trabajadores que veían su convenio colectivo o el Estatuto de los Trabajadores convertidos en papel mojado, cada vez eran más los que trabajaban más horas a cambio de menos sueldo y en peores condiciones.

La reforma laboral viene a tumbar las últimas resistencias, las que quedaban en aquellos sectores y empresas donde la movilización de los trabajadores era mayor, donde éstos hacían valer sus derechos y lo establecido en los convenios. Para el resto, quienes ya sufrían la “reforma” de la crisis, el desarrollo del Real Decreto es una promesa de aún peores condiciones de trabajo.

La discrecionalidad de las empresas (pues la condición de tres trimestres con menos ingresos, que no necesariamente pérdidas, la cumple la mayoría en estos tiempos) supone un salto de gigante para avanzar hacia el ideal patronal de relaciones laborales: frente al modelo de negociación colectiva, por el que los trabajadores se defienden con la fuerza del colectivo, su ideal es el cuerpo a cuerpo entre el empresario y el empleado, a ser posible a solas, sin que el convenio, las garantías legales, la tutela judicial o la representación sindical se interpongan.

Sí, es cierto que la agresión a los derechos de los trabajadores, con ser grande no es absoluta. Todavía no lo hemos perdido todo, conservamos algunos derechos. Pero de la respuesta que seamos capaces de dar a esta reforma laboral dependerá que esos últimos derechos no sean también liquidados en una próxima reforma.

(Texto del prólogo al libro Manual contra la reforma laboral, que estará en la calle el próximo miércoles, 11 de abril).

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