lunes, 16 de enero de 2012

UN MATRIMONIO SUICIDA EN ITALIA Y MÁS NIÑOS EN LOS ALBERGUES DE GRECIA



Félix Población

Salvatore de Salvo fue agente de comercio, tenía 64 años y llevaba siete en paro. Él y su mujer, Antonia Azzolini, firmaron una carta, publicada en la revista Oggi, en la que anunciaban lo que sige: Leeréis en los periódicos con cuanta dignidad saben morir dos ciudadanos asqueados de la crueldad e hipocresía de los políticos. El anuncio se cumplió el pasado domingo, día 8, en la localidad de Bari, al sur de Italia.

Entiendo por la no muy clara redacción de la noticia que, antes de este último anuncio, la pareja había intentado suicidarse después de haber dado cuenta de su desesperada situación económica al alcalde de Bari, al presidente de la región de Puglia y al mismísimo Silvio Berlusconi cuando era primer ministro. En este caso la misiva terminaba con esta frase: Al ilustre Caballero Berlusconi dedicamos nuestro saludo: Ave Silvio, morituri te salutant.

El matrimonio, tal como se explica en el vídeo, fue internado en un asilo o casa de acogida, descrito como una ratonera con una humedad de locura, según Salvatore, en la que debían ocupar habitaciones separadas. Esto, después de 45 años de convivencia en los que compartieron la buena y la mala suerte, era insoportable para ambos. Quiero hacer cualquier cosa que me dé la posibilidad de salir de este lugar infernal donde me encuentro -expone Antonia llorosa en las imágenes, difundidas en marzo de 2010-, volver a hacer las cosas que hacía al principio, tener una casa donde estar, cocinar la comida a mi marido, tener una vida.

No fue posible y los dos cumplieron lo anunciado, que hace unas fechas leímos en los periódicos. Antonia se suicidó en una habitación de un hotel de Bari con barbitúricos y Salvatore de Salvo buscó la muerte adentrándose en el mar, ola a ola, hasta ahogar para siempre su voz, la misma que escuchamos tan llena de dignidad y energía en un vídeo que no deberíamos traspapelar en las videotecas cuando tratemos de revisar cómo empezó todo esto.

Leo, por otro lado, que en Grecia es cada vez más creciente el número de familias que, acuciadas por las graves circunstancias económicas que vive el país, solicitan el ingreso de sus hijos menores en albergues e instituciones benéficas. Es el caso de la familia de Dimitris Gasparinatos: Debíamos varios meses de alquiler y no podíamos pagar ni siquiera los dos euros que cuesta una barra de pan.

No encuentro mejor modo de comentar estos hechos que utilizando un breve texto de mi estimado Juan Carlos Monedero, que lleva por título Matemática de la rabia, y que leí hace unos días:

"Un día de estos vamos a sumar los asesinatos de la gente que muere 15 años antes de lo que les tocaba porque durante su vida no tuvo trabajo fijo ni seguridad social ni vivienda digna; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que se quita de en medio por su propia mano porque los bancos les dicen que son económicamente inviables y los servicios sociales se han desmantelado para poder seguir enriqueciendo a los banqueros insaciables; y vamos a sumar las muertes en vida de la gente a las que les han quitado las esperanzas porque no les han dejado estudiar ni hacer planes para su futuro; y vamos a sumar los asesinatos de los niños que no han podido desarrollarse porque no había en casa suficiente comida como para cuidar su sueño y alimentar sus juegos; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que ha muerto en trabajos basura, sin seguridad laboral, urgidos por patronos avariciosos o gerentes enloquecidos; y vamos a sumar los asesinatos de las mujeres que han perdido la vida porque el sistema no les dejó otro espacio que ser sumisas, prostitutas o débiles y no encontraron ojos en los que apoyarse cuando se estaban cayendo; y vamos a sumar los asesinatos de la gente que no resistió respirar el aire sucio de nuestras ciudades, beber el agua contaminada de tantos lugares, comer la escasa y podrida comida que les dejaron los mercaderes; y vamos a sumar los asesinatos de gentes caídas por balas, misiles, bombas y gases vendidas por traficantes de armas y proveedores de guerras. Entonces, con tantas muertes en la conciencia, se nos va a llenar la boca de odio, y los pulmones de tierra y las manos de justicia, y nos vamos a enfadar aún más cuando nos digan que somos nosotros los que estamos sembrando la lucha de clases. Y entonces no van a encontrar bosques tan profundos ni mares tan hondos ni montañas tan altas como para que puedan esconderse y escapar de tanta rabia como nos han hecho acumular y tanta humanidad como nos han robado".

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