jueves, 6 de octubre de 2011

LA DUQUESA DE ALBA Y ANTONIO MACHADO


Félix Población

Propiciado por la gran cobertura mediática, ayer asistió este país nuestro a un espectáculo nupcial de los más señalados en el calendario de eventos sociales con marchamo de rancia y potentada nobleza, espectáculo que quizá hubiera servido de inspiración para un nuevo y esperpéntico capítulo de La Corte de los Milagros de nuestro buen don Ramón del Valle Inclán, aunque esa corte -como es sabido- se remonta a los tiempos de Isabel II la de los tristes destinos.

Se casaba por tercera vez la duquesa de Alba, doña Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, jefa de la Casa de Alba y Tormes, decimoctava representante de un título que ostenta la Grandeza de España, por lo que puede evitar reclinarse ante los mismos Reyes de España y el sumo pontífice, si así le place, y entrar a caballo en la mismísma catedral de Sevilla, según pude escuchar ayer. Algunos periódicos reconservadores ofrecieron con ese motivo suplementos especiales con llamativas portadas y todas las televisiones, todas, dedicaron espacios exclusivos y crónicas muy sazonadas de servil adulación hacia la protagonista de la ceremonia y su apuesto novio, que no heredará la preciada titulación nobiliaria ni más bienes que los que su esposa disponga, caso de fallecer ésta antes (algo más que previsible dada la considerable diferencia de edad que la separa de su marido).

Puestos a ello, no quedó nada que no mereciera la ditirámbica glosa, desde la declaración de la duquesa considerándose católica, antiabortista y antidivorcio, ensalzada por la prensa afín a la nobleza y los altares, hasta su carácter rebelde e inconformista, del que darían prueba las fotos en cueros que para la ocasión ofreció la revista Interviú en su último número y que se remontan a los tiempos en que la duquesa lucía su cuerpo cincuenteno en alguna discreta cala del litoral mediterráneo.

A todos esos atributos, fruto de una personalidad en la que se unen la más castiza tradición con un nudismo hippy cuasiasilvestrado, añadió ayer la de Alba un efímero y voluntarioso simulacro de bailaora, a la salida del ceremonial religioso (30 invitados, un 10 por ciento curas y otro diez por ciento toreros), como constatación populista de lo entrañada que está la cultura andalusí en sus carnes, algo que la muchedumbre arremolinada en torno a su palacio no pudo dejar de celebrar con palmas y olés.

Me hubiera gustado que en algún momento de la transmisión y por parte de alguno de los cronistas se dijera, aunque fuera de pasada, que en ese mismo Palacio de la Dueñas hispalense nació Antonio Machado, según contó el propio poeta en estos versos: Mi infancia son recuerdos son de un patio de Sevilla/ y un huerto claro donde madura el limonero. O en estos otros: Esta luz de Sevilla es el palacio/ donde nací, con su rumor de fuente.

Como no fue así, porque quizá esa sea demasiada cultura y excesiva memoria histórica para quienes se dedican a dar notas de sociedad del carácter de la comentada, no puedo evitar la inserción de uno de los poemas de don Antonio, El mañana efímero, que creo viene a cuento a propósito del espectáculo que ayer tuvo lugar en la casa natal del mayor de nuestro poetas, fallecido en Colliure (febrero de 1939), Francia, víctima del exilio, el dolor y la pena que le ocasionó la victoria de una España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía, esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste:

"La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma inquieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea".

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