viernes, 26 de agosto de 2011

35 DIPUTADOS Y EL 15-M*


Félix Población


Me gustaría creer, obligado por una mínima conciencia democrática y el valor de la representatividad política que confieren los votos a nuestros diputados, que antes de que pueda llevarse a cabo la reforma de la Constitución que garantice un límite al gasto público, haya entre sus señorías 35 parlamentarios dignos de tal nombre y condición para que esa medida no se adopte sin someterla a referéndum.

Temo, sin embargo, que la inicial floración de voces críticas que se ha dado entre algunos diputados del Partido Socialista, no pase de una disconformidad teórica y que, a la postre, la disciplina de voto se imponga en la mayoría. De ese modo, a unos meses del inicio de la campaña electoral, los dos partidos llamados a gobernar España se habrán puesto de acuerdo en lo que millones de ciudadanos vienen comprobando en sus bolsillos: que el llamado Estado del Bienestar toca a su fin y que nuestros políticos, tanto los del PSOE como los del Partido Popular, no pintan nada ante las consignas del Banco Central Europeo.

Marta Jara, fotógrafa de este periódico, ofreció ayer en la portada de Público una imagen de Pérez Rubalcaba que vale por todo un editorial. El candidato socialista a La Moncloa aparece con el semblante contrito y apagado por el fiasco. No es para menos en quien se ha enterado de la decisión de su jefe después de que éste la pactara con su próximo adversario en las urnas. Fue Rubalcaba, además, quien antes criticó a Rajoy por lo que ahora hizo Zapatero.

Es improbable que haya 35 diputados con la dignidad de representar a quienes les han elegido y defender así la democracia de los ciudadanos frente a esta durísima imposición dictada por los mercados. La carencia de esas voces en el Parlamento hará que las del 15-M crezcan en la calle y se resientan en los comicios del 20-N. Si el ultraliberalismo vacía de sentido la política, la vigencia de la democracia dependerá de la que fluya de ese motor inédito que ha nacido en las plazas y que tiene en su gestión ciber-asamblearia un participativo y expansivo fermento. “O se cuenta con él o va dejar de contar con nosotros”, había dicho Rubalcaba antes de que su cara hablara ayer.

*Artículo publicado hoy en la columna Bocacalle del diario Público

+@Cambiar el sistema.
Todo esto es absurdo y nefando. El resultado es una sociedad europea empobrecida en beneficio de la banca, de las grandes empresas y de la especulación internacional. Por ahora la legítima protesta de los ciudadanos se focaliza contra sus propios gobernantes, complacientes marionetas de los mercados. ¿Qué pasará cuando se decidan a concentrar su ira contra el verdadero responsable, o sea el sistema, es decir: la Unión Europea?
Artículo de Ignacio Ramonet

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo de menos para mí es el contenido político de la reforma constitucional, con la que pudiera incluso estar de acuerdo. Lo verdaderamente grave son las formas mediante las que se tomará esta decición transcendental, como son todas aquellas que cambiasen una tilde de nuestra Carta Magna. Zapatero debe llamar a la entera ciudadanía para que le dé su aquiescencia en esta reforma. Lo contrario dejará a la democracia española en una desagradable duda sobre su realidad.

Arabiyo dijo...

No sólo es grave la forma en que lo están haciendo, un verdadero golpe de estado de la mano de los especuladores financieros contra toda la sociedad (incluso hay protestas de algunos sectores del PSOE), a escondidas, bajo una intensa propaganda que desvía la atención hacia lo accesorio (el tope de déficit) y oculta lo fundamental. Y lo fundamental, Sr. Anónimo, y verdaderamente tan grave y tan nefasto que se proponen es incluir un nuevo precepto en la Constitución que dará "prioridad absoluta" al pago de la deuda y los intereses frente a cualquier otro compromiso de pago del Estado. Que, si en algún momento faltaran ingresos, se dejarían de pagar los servicios más básicos del Estado para hacer frente antes que nada a los compromisos de la deuda. En resumen: un acto de traición a los intereses nacionales mediante la apropiación de la soberanía popular.

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