domingo, 17 de abril de 2011

EL CONCEPTO Y LA VIVENCIA DE LA SEGUNDA REPÚBLICA


Lazarillo

Por si a alguno de los que suelen seguir este modesto DdA se le ha pasado por alto por aquello de los preparativos vacacionales, resalto el magnífico artículo que Manuel Vicent firma hoy en el diario El País a propósito del octogésimo aniversario de la proclamación de la Segunda República y que de modo tan lúcido contrarresta tanta basura mediática como la que se propala en contra de tal conmemoración, merecedora de señalamiento festivo en el calendario de todo país democrático que se precie:

"Existen reservas naturales a las que no se puede acceder sin un permiso especial y gracias a la protección de las leyes algunas islas, ciertos parajes, se mantienen todavía incontaminados. Esos espacios preservados sirven entre otras cosas para purificar también nuestra mente por el solo hecho de viajar a ellos con el pensamiento. Aunque sea imposible llegar al corazón virgen de la naturaleza, para sentirse igualmente limpio basta con imaginar que en algún lugar del planeta aún quedan ríos azules, valles intactos no especulados y montes donde subsisten las mismas plantas autóctonas desde el cuaternario. En cierto sentido la Segunda República es también una reserva política que habita en la mente de muchos españoles sin la necesidad de volver a ella sino con la imaginación, como un ejercicio regenerador y didáctico. La República supuso en la historia de España una corriente de aire puro de renovación basada en la inteligencia, en la libertad, en la cultura y en la justicia social, que terminó en un baño de sangre". (Prosigan la lectura en El País).

Conviene asimismo complementar esa lectura conceptual de lo que significa la Segunda República, según Vicent, con el recuerdo vivencial que de la fecha de su instauración da un lector del citado periódico, también en la edición de hoy, y que me parece sumamente representativo del que guardan y expresan muchos miles de ciudadanos que vivieron en su niñez o primera juventud aquella fecha, tal como le ocurre a la octogenaria protagonista de la carta suscrita por Manuel Morgado Santana:

"Ochenta aniversario. Yo lo conozco de oídas, pero me atrae. Acudo a Internet y me bajo el Himno de Riego (sin letra), lo escucho, me sube la tensión, lo grabo de politono, se lo mando al amigo que sé que sigue por esa senda. Salgo a la calle. ¿A quién le hago yo oír el dichoso himno? Primero al del bar, que es un poco de derechas. Almuerzo en casa de mis padres. Me aprovecho de que mi madre está sola, y en la sobremesa le endilgo el famoso himno. Tiene 87 años y en las primeras estrofas ya le pone letra y su memoria se abre como una fuente: "Nos fuimos al Alcornocal, con mi tía Resurrección, todo el mundo cantaba, nos dieron pan y chorizo y uno se subió a un alcornoque muy grande y nos dio un mitin". Le he conseguido evocar recuerdos que le han provocado agradables sonrisas. Eludo los sinsabores y penas que posteriormente sufrió. Pero que nadie pretenda hoy quitarme el recuerdo alegre, festivo y libre que supuso para mi madre aquel 14 de abril de hace 80 años. En su cara he visto la verdad".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vale más esa vivencia que muchos libros de historia.

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