lunes, 18 de abril de 2011

CHERNOBYL, FUKUSHIMA: LAS ALARMAS NEGOCIADAS


Fernando Suazo

Las vitrinas de los supermercados noticiosos –propiedad de unas pocas grandes agencias- están día a día colmadas de noticias-espectáculo a todo color y sonido. Uno diría que en ellas se puede encontrar toda la realidad gratamente servida en la bandeja. Consumido el producto, nos quedamos satisfechos: ya estamos informados, ya hemos actualizado nuestro control de la realidad –aunque, eso sí, admitimos que nunca del todo-, ya podemos volver al trabajo y al súper. Sin embargo, no nos informan de lo que afecta decisivamente a nuestra vida y a la del planeta. El torrente de estímulos no nos deja sabidos de las verdaderas causas de los conflictos, las verdaderas intenciones de los protagonistas, las verdaderas consecuencias de sus acciones. Nos aturden, pero no nos informan.

No es casual. Los dueños del planeta prefieren dominar, en principio, a la buena, y sólo en última instancia, a la brava. Dominar a la buena es dominar con la aquiescencia de la gente, una aquiescencia que se logra haciéndonos sentir que estamos informados y provocándonos sentimientos positivos hacia su gestión. Hay una tercera estrategia, la del shock, sea éste causado por catástrofes naturales o provocadas (y aquí, una nube de sospechas: ¿cuándo una catástrofe es natural y cuándo se debe a una acción militar?; ¿cuándo es provocada y cuándo autoprovocada?).

Aunque la Tokyo Electric Power Co. (TEPCO) había sido multada en 2002 por maquillar informes, en 2007 por fuga radiactiva, y diez días antes del terremoto había entregado un documento a las autoridades en el que reconocía haber manipulado los datos de los controles de mantenimiento (Gorka Larrabeiti, en rebelión.org (28/03/2011), gozaba, sin embargo, de gran credibilidad en la población nipona, gestionada cuidadosamente mediante su propaganda comercial verde, amigable con el medio.

Ya de antes la manipulación noticiosa había logrado vencer la justificada resistencia de los japoneses frente a la energía atómica. La insistente manipulación de las emociones venía luchando durante décadas contra la memoria colectiva. En los años sesenta EE.UU. había presionado a Japón para que adoptara la segura y limpia energía del futuro: la nuclear. General Electric y Westinghouse se habían encargado de instalar una red de plantas de energía nuclear en todo el país. Por fin, Japón había entrado en la lista del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). A los USA les interesaba apartar a Japón de la competencia por el carbón y el petróleo y orientarle hacia la energía nuclear, controlada sin rivales por los EE.UU. En 1971 la planta nuclear de Fukushima, diseñada por General Electric, había sido conectada a la red de productores de energía atómica (Yoichi Shimatsu, en Global Research, traduce rebelion.org, 21/03/2011). Así fue como el mito de la bondad y limpieza de la energía nuclear había sido lentamente aceptado por el pueblo japonés.

Pero ahora, la pregunta mínima de cualquier cliente anónimo de las agencias noticiosas es ¿por qué USA no ha convocado sesiones urgentes del Consejo de Seguridad de la ONU por el caso Fukushima como lo hubiera hecho si se tratara de Corea del Norte o Irán? Hay una respuesta: que las fusiones nucleares provienen de reactores diseñados en EE.UU. que operan según protocolos creados por EE.UU. (Yoichi Shimatsu). Pero tenemos derecho a insistir: ¿quién nos asegura que lo que se trabajaba en Fukushima era sólo energía atómica limpia, ajena a cualquier proyecto militar? ¿Qué justifica la insistencia del lobby nuclear en una energía de nula sostenibilidad económica y riesgos descomunales?

Aplicando aquí la misma lógica de lo que sucede a escala mundial –y a falta de informaciones transparentes y confiables-, es válido argumentar: La industria armamentista reporta a los EE.UU. y a algunas grandes compañías las mayores ganancias del planeta. Por otra parte, el control de armamentos hace posible el control de los recursos naturales. Pero sucede que la energía atómica ocupa el primer rango en la industria de armamentos, ergo hay sobradas razones para temer que esa industria, sin distinguir si civil o militar, sea el secreto más defendido de las corporaciones y las potencias mundiales.

Éstas, por razones obvias, nunca nos darán a conocer -mediante las agencias de noticias que controlan- el destino militar de la energía atómica. Pero siempre la tendrán dispuesta para la coyuntura en que una confrontación con las naciones del eje del mal requiera su uso. Y ahí no más, al lado de Japón, está Corea del Norte…

Joseph Stiglitz ha escrito en Al Jazeera un sabio artículo que titula Jugando con el planeta (traducido en rebelion.org, 8/04/2011) : “Expertos tanto en la industria nuclear como en la financiera nos aseguraron que la nueva tecnología prácticamente había eliminado el riesgo de una catástrofe. Los sucesos han demostrado que se equivocaban: no sólo existen los riesgos, sino que sus consecuencias son tan catastróficas que borran fácilmente todos los supuestos beneficios de los sistemas promovidos por los dirigentes de la industria. La investigación en la economía y la psicología nos ayuda a comprender por qué nuestro trabajo en el control de esos riesgos es tan deficiente. Tenemos poca base empírica para juzgar eventos raros, de modo que cuesta hacer buenos cálculos. En tales circunstancias, pueden entrar más en juego ilusiones vanas: podríamos tener pocos incentivos para pensar intensamente. Al contrario, cuando otros soportan los costes de los errores, los incentivos favorecen el autoengaño. Un sistema que socializa las pérdidas y privatiza los beneficios está condenado a administrar mal el riesgo”.

El premio Nóbel habla del sistema, no sólo de corporaciones o potencias políticas. Tal vez se refiera al papel inconfesable que la propia OMS – ¡las Naciones Unidas! - desempeñan en esto. De hecho, esta organización advertía en 1956: “Como expertos, afirmamos que la salud de futuras generaciones es amenazada por el aumento del desarrollo de la industria atómica y las fuentes de radiación… También creemos que nuevas mutaciones que ocurren en seres humanos son dañinas para ellos y para su descendencia”. Sin embargo ese lenguaje tan claro comenzó a diluirse pronto, y en mayo de 1959 (12ª Asamblea Mundial de la Salud), acordó negociar con la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) las alarmas que el uso de esta energía pudiera desencadenar: “Siempre que cualquiera de ambas organizaciones tenga el propósito de iniciar un programa o actividad relativo a una materia en que la otra organización esté o pueda estar fundamentalmente interesada, la primera consultará a la segunda a fin de resolver la cuestión de común acuerdo” (citado por Helen Caldicott, ConterPunch, traducido en rebelion.org. 14/04/2011).

En otras palabras, ¡¡ la OMS otorgaba a la OIEA derecho de aprobación previa a cualquier investigación o informe sobre el uso de esa energía !!
Las mentiras y secretos de Chernobyl eran comunistas, ¿y las de Fukushima?

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