jueves, 14 de abril de 2011

EN EL DÍA DE LA REPÚBLICA: ¡VIVA ESPAÑA CON HONRA!


Lazarillo

Tuve el gusto de conocer a Isaac Díaz Pardo hace más de treinta años, cuando también visité en Orense a los escritores Ramón Otero Pedrayo y Eduardo Blanco Amor. Por aquel tiempo realizaba este Lazarillo unos reportajes periodísticos -los primeros en la España de la Transición- sobre las culturas de lo que entonces se llamaban nacionalidades y regiones. En una fecha como la de hoy, marcada por el octogésimo aniversario de la proclamación de la Segunda República española, me ha parecido idóneo rescatar un fragmento de una entrevista con Díaz Pardo, titulada Un dos problemas deste país é que o franquismo segue vivo, que se publicó recientemente en el diario Xornal de Galicia con motivo de la concesión a Isaac del Premio Republicano de Honra. Este es el recuerdo que guarda del 14 de abril de 1931 el que entonces era un niño y al que poco despúes, durante la Guerra Civil, los sublevados dejaron sin padre, pues fue fusilado por las tropas franquistas : "Eu tiña 10 anos cando se instaurou a República e recordo que estaba no colexio en Santiago, na academia Xelmírez. Ao día seguinte o profesor que tiñamos, José Teijero, entrou en clase e estendeu na mesa un periódico e leunos a declaración que fixeron, e explicounos que a República non era nada malo, nin nos ía traer problemas nin perigos. A República foi unha cousa moi curta que estaba chea de grandes persoas, como o caso deste profesor". Añado a esta vivencia personal de la memoria de Isaac Díaz Pardo, Republicano de Honra de las Irmandades da Fala (Castelao, Otero Pedrayo, Vicente Risco, Ramón Cabanillas), el excelente artículo que sigue, firmado por mi amigo e historiador Pedro Luis Angosto, rememorando la honra de la República:

"El 19 de septiembre de 1868, un grupo de militares dirigidos por el general Prim se sublevó en Cádiz contra la monarquía de Isabel II. Ese mismo día dieron a conocer una proclama en la que, entre otras cosas, se decía: “Hollada la ley fundamental; convertida siempre antes en celada que en defensa del ciudadano; corrompido el sufragio por la amenaza de soborno; dependiente la seguridad individual, no del derecho propio, sino de la irresponsable voluntad de cualquiera de las autoridades; muerto el Municipio; pasto la Administración y la Hacienda de la inmoralidad y del agio; tiranizada la enseñanza; muda la prensa; y solo interrumpido el universal silencio por las frecuentes noticias de las nuevas fortunas improvisadas, del nuevo negocio, de la nueva real orden dada encaminada a defraudar al Tesoro público; de títulos de Castilla vilmente prodigados; del alto precio, en fin, al que logran su venta la deshonra y el vicio; tal es la España de hoy…”. Tras pedir al pueblo que se movilizara en defensa de la revolución, el manifiesto, terminaba con un grito que se convertiría en lema del republicanismo español durante décadas: ¡Viva España con honra! La revolución de Septiembre de 1868, que pudo habernos colocado entonces entre los países más democráticos del mundo, fracasó con la destrucción de la Primera República a manos de algunos de los generales que habían participado en la Gloriosa. Después, la Restauración monárquico volvió a sumir a España en el pasado haciendo de nuevo burla y escarnio del sufragio universal, de la justicia y de la libertad.

La monarquía de Alfonso XIII se suicidó el 13 de septiembre de 1923 al auspiciar, de la mano de la oligarquía catalana, el golpe de Estado de Primo de Rivera, un golpe que creían serviría para detener las demandas obreras pero sobre todo para paralizar el proceso que se había abierto en las Cortes, gracias al Expediente Picasso, para depurar las responsabilidades por los desastres de la guerra de Marruecos que afectaban directamente al rey. “España con honra” fue de nuevo el grito de los republicanos españoles exiliados, un grito que se plasmó en el semanario que con ese nombre fundaron en París Carlos Esplá y Eduardo Ortega y Gasset, y en el que escribieron Miguel de Unamuno, Blasco Ibáñez, el Dr. Luna, Marcelino Domingo, Francisco Madrid, Braulio Solsona y otras muchas personalidades que contribuirían de modo decisivo a la proclamación de la Segunda República. El grito era el mismo y tenía los mismos objetivos, acabar con la dictadura y la corrupción, con el agio, con los privilegios, los aranceles que favorecían a determinadas regiones a costa del hambre de otras, reconocer la personalidad de los territorios históricos de España, acabar con el analfabetismo y preparar al país para que, en pocos años, estuviese entre los más desarrollados política, social, económica y culturalmente de Europa.

Así, sin violencia alguna, llegó la II República un 14 de abril de 1931, en medio del entusiasmo generalizado de la gran mayoría del pueblo y del odio indisimulado de los militares que habían protagonizado el Desastre de Annual, de los políticos monárquicos que habían hecho de la cosa pública un negocio particular rentabilísimo, de la Iglesia católica que había ayudado a mantener el orden y la miseria durante siglos y de la burguesía industrial, comercial y financiera que, traicionándose a sí misma, haría todo lo posible para que aquel régimen, esencialmente burgués, fracasara.

Hoy, 80 después del nacimiento de aquel régimen de esperanza, muchas cosas se han conseguido, se diga lo que se diga, en cuanto a la organización del territorio y al reconocimiento de las nacionalidades históricas, aunque la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatuto de Catalunya haya supuesto un paso atrás que habrá de ser rectificado de forma contundente y pronta. Tenemos divorcio, aborto despenalizado, subsidios, un sistema sanitario ejemplar pero que peligra, un ejército que no se involucra en la cosa pública, derechos de reunión y manifestación, sufragio universal y una serie de leyes que amparan los derechos democráticos de los ciudadanos. Sin embargo, el sistema hace años que renquea porque muchos de los vicios denunciados en aquel primer manifiesto de 1868 y que pretendió eliminar para siempre la Segunda República, han vuelto a enquistarse entre nosotros: Unos partidos y unos medios de comunicación de masas que no se corresponden con el abanico ideológico del país, un caciquismo y una corrupción creciente en las Administraciones autonómicas y locales, una ley electoral que no recoge el sentido estricto del voto popular, un sistema educativo cada vez más confesional y clasista, una oligarquía que cada día es más rica y particularista y una clase trabajadora cada vez más pobre y precaria, unos poderes públicos empeñados en que lo público no esté al servicio del pueblo sino al servicio de intereses privados, una iglesia católica que recibe más de un billón de pesetas del Erario sin que sus seguidores demuestren la vergüenza y la honradez de mantenerla de su bolsillo ni el Estado les obligue a ello, un sistema fiscal injusto, un enriquecimiento fácil y delictivo que no es penado por los jueces que, a su vez sí castigan al magistrado Garzón por descubrir una trama corrupta e intentar esclarecer los crímenes del franquismo y, cómo no, una parte del poder que es tal por ser hijo de la dictadura y por defenderla.

La historia no se repite y apenas se parec. En España se vive hoy mucho mejor que hace treinta, cuarenta y cincuenta años, pero ante la degradación democrática que se percibe actualmente en España y Europa, siempre es un consuelo recordar aquel 14 de abril de 1931 en que pacíficamente la política y los pueblos de España se dieron la mano para construir un mañana mejor basado en la educación laica, la justicia social, la libertad y el respeto a la diferencia, por lo que, pensamos, no vendría mal recordar algunos artículos de aquella “malvada” Constitución burguesa para ejemplo de los “buenos” burgueses de hoy.

Artículo 44. Toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, está subordinada a los intereses de la economía nacional y afecta al sostenimiento de las cargas públicas, con arreglo a la Constitución y a las leyes. La propiedad de toda clase de bienes podrá ser objeto de expropiación forzosa por causa de utilidad social mediante adecuada indemnización, a menos que disponga otra cosa una ley aprobada por los votos de la mayoría absoluta de las Cortes. Con los mismos requisitos la propiedad podrá ser socializada.

Los servicios públicos y las explotaciones que afecten al interés común pueden ser nacionalizados en los casos en que la necesidad social así lo exija. El Estado podrá intervenir por ley la explotación y coordinación de industrias y empresas cuando así lo exigieran la racionalización de la producción y los intereses de la economía nacional.

En ningún caso se impondrá la pena de confiscación de bienes.

Artículo 46. El trabajo, en sus diversas formas, es una obligación social, y gozará de la protección de las leyes. La República asegurará a todo trabajador las condiciones necesarias de una existencia digna. Su legislación social regulará: los casos de seguro de enfermedad, accidentes, paro forzoso, vejez, invalidez y muerte; el trabajo de las mujeres y de los jóvenes y especialmente la protección a la maternidad; la jornada de trabajo y el salario mínimo y familiar; las vacaciones anuales remuneradas: las condiciones del obrero español en el extranjero; las instituciones de cooperación, la relación económico-jurídica de los factores que integran la producción; la participación de los obreros en la dirección, la administración y los beneficios de las empresas, y todo cuanto afecte a la defensa de los trabajadores.

Artículo 48. El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.

La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria. Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada. La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación.

La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.

Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos".

++++++++@EN RED++++++++++++++++++

+@Vídeo en Nueva Tribuna.

+@España mañana (no) será republicana.

+@Himno de la República Española por Miguel Fleta.

+@El último presidente de la II República.

6 comentarios:

Folía dijo...

Una excelente lección de historia que a muchos no nos impartieron a su debido tiempo. Gracias, Lazarillo (hoy muy bien puesto tu nombre).
Ojalá sí estemos a tiempo de aprovechar la lección que la historia nos está dando en estos momentos, si no los lazarillos que nos ofrecerán su guía no tendrán tan buenas intenciones como tú.

LEDES dijo...

Cuando llegó la II República había una dictablanda cuya caída fue propiciada por la grandescomposición ética que se daba en el país. Algo de esto está pansando hoy con una democracia que se resiente de su apañado alumbramiento bajo la figura de un monarca puesto por un dictador.

Jacint dijo...

Muy buen artículo. ¡Bravo, Lazarillo!

segarmero dijo...

Como manifiesto político no está mál. La calidad histórica es defectuosa. El "despertar republicano" se debió a que en unas elecciones municipales, En unos municipios importantes de España, pero que EN NINGUN MOMENTO REPRESENTABAN LA MAYORIA, y por eso en los meses siguientes se anularon las mesas necesarias para conseguir artificoalmente la mayoría, En elecciones municipales el CONJUNTO de los partidos republicanos suparo al de los No republicanos. ¡vaya plebiscito!. La república en España, en esa como en todas las ocasiones, se ha instaurado de manera irregular y en ello está la raiz del fracaso. Un golpe de estado social que acaba con un golpe de estado militar. La misma legitimidad aunque el romanticismo sea menor.

Anónimo dijo...
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Lazarillo dijo...

Aquí lo que cuentan los son los hechos, que son los que hacen la historia, y los hechos dicen que la españa del XIX que propició las guerras carlistas no quería entrar en la Europa de las democracias del XX, por eso se alistó con el fascismo internacional.

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