jueves, 10 de febrero de 2011

CENTENARIO DE GABRIEL CELAYA: NO SE SILENCIE


Félix Población

Espero que no pase desapercibido, ignorado u olvidado, aunque tengo el presentimiento de que algo así puede ocurrir, pues Gabriel Celaya (1911-1991) nació hace un siglo en el mes de marzo y no tengo hasta ahora noticia de que ese hecho vaya a contar con algún tipo de conmemoración oficial que recuerde el valor literario y cívico de su obra.

Sería lamentable para nuestra cultura en general y para nuestra cultura democrática en particular. Gabriel Celaya fue el poeta vivo más cantado y comprometido con la lucha por la democracia en España en los años previos a la muerte de Franco y durante la Transición. Nadie que haya vivido y perseguido la meta de la libertad en este país puede ignorar el valor que tuvieron los poemas de Celaya, cantados o recitados durante la clandestinidad o en aquellas entusiastas circunstancias, llenas de expectativas liberadoras, que siguieron al final biológico del dictador.

Tuve el placer de conocer a Gabriel Celaya, a quien visité en 1973 -siendo estudiante- en su modesto piso de un barrio de Madrid una desapacible tarde de invierno, acompañando a un amigo que pretendía hacer una tesis sobre la obra del poeta. Me sorprendió Gabriel por la humanidad y sencillez de su trato, que compartía con su compañera, Amparo Gastón.

Hoy hago memoria de aquella única e inolvidable entrevista y no me resisto a transcribir uno de los poemas más conocidos de Celaya, confiando en que no sea ésta la única recordación, pues la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro que muy bien podría estar ahora acampada a la intemperie en la Plaza de la Libertad de El Cairo:

"Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas.

Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades;
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades;

se dicen los poemas que ensanchan los pulmones
de cuantos, asfixiados,
piden ser,
piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia,
lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural
por los neutrales que, lavándose las manos,
se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo y en la tierra son actos".

1 comentario:

Anónimo dijo...

OPORTUNO, muy oportuna la voz de la cultura cuando recupera la voz todo un pueblo a la orilla del Mediterráneo de la cultura.

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