martes, 18 de enero de 2011

JOSEF EISENBAUER Y MOZART


Félix Población

Había nacido en Budapest en 1917 y murió de repente en Viena el pasado mes de diciembre. Lamento no haberlo conocido cuando visité Austria el pasado verano y quise entrevistarme con los tres últimos brigadistas austriacos todavía en pie. Solo conseguí hablar largamente con Gerhard Hoffmann, de cuya entrañable amistad y hospitalidad disfrutamos en la pequeña localidad de Piesting, donde reside. Ni Hans Landauer ni Josef Eisenbauer, el último de los fallecidos, estaban en Viena cuando pretendí contactar con ellos a través del DÖW/Spanienarchiv (archivo de los brigadistas austriacos en la Guerra Civil). Últimamente quise hacerle por correo electrónico unas preguntas a Hans Landauer, pero ni su salud ni su ánimo se mostraron proclives a responderlas.

Eisenbauer residía en París, donde trabajaba como pintor rotulista, cuando decidió viajar a España en 1937 para combatir en defensa de la República. Perteneció a la XI y a la XIII Brigada y resultó herido dos veces en combate. La primera en Benicasim y la segunda en la Batalla del Ebro. Evacuado a Francia, fue internado en el campo de concentración de Gurs, para ser trasladado después a la Unión Soviética. Trabajó como instructor en los campamentos soviéticos de prisioneros durante la segunda guerra mundial, donde alivió la adversa suerte de sus conciudadanos austriacos.

Al término del conflicto, en 1946, regresa a Viena y hace de traductor como secretario de los altos mandos de la ocupación. Después, su vida discurrió del modo más sencillo, dedicado a regentar un negocio de venta de hortalizas que había heredado de sus padres, hasta que se retiró en 1983. A partir de ese año desarrolla su vocación más auténtica, que había cultivado de modo autodidacta: ejerce como profesor de dibujo y pintura en la universidad popular del barrio vienés de Hietzing, donde dará clases hasta un día antes de su muerte y dejará un afectuoso recuerdo entre sus alumnos.

Según me contó Hoffmann, aparte de sus dotes para la pintura, Josef Eisenbauer tenía un especial talento musical. Tocaba la guitarra y el violín, además del piano, algo que no puedo pasar por alto al hacer sucinta mención a su biografía, así como a su lucha contra el fascismo en España. Pienso si cuando Eisenbauer viajó a nuestro país para jugarse la vida en defensa de la República, en plena mocedad y junto a 1400 brigadistas austriacos, tuvo en cuenta aquellas palabras de Mozart que pude leer en la casa del compositor en la Domgasse y que tan a fondo ilustraron la emocionada escucha de su Réquiem en la Karlskirche durante mi última estancia en Viena: Ich möchte alles haben, was gut, ächtt und schön ist (Me gustaría tener todo lo que es bueno, auténtico y bello).

Tampoco llegó a ser ciudadano español porque la coherencia de su lucha no podía admitir la jura de fidelidad a un monarca impuesto por el régimen contra el que combatió.

3 comentarios:

Babi dijo...

Se nos van.
Cuando me hablan de patria me acuerdo de ellos que la tuvieron sin fronteras, como dijo Miguel Hernández, porque su patria era la humanidad.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

También los nazi amaban la música.

Anónimo dijo...

Descansen en paz los que lucharon por un mundo en paz y más justo.

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