lunes, 22 de noviembre de 2010

SHOSTAKOVICH, CEUTA, MELILLA Y EL SÁHARA


Félix Población

Este fin de semana asistí a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en el que se interpretaba la Sinfonía nº 11 de Dmitri Shostakovich El año 1905, basada en el Domingo sangriento de San Petersburgo. Ese día, 22 de enero, más de cien mil obreros organizaron una marcha pacífica en aquella ciudad, acompañados de sus esposas e hijos, que desembocó en la gran explanada del Palacio de Invierno.

Se trataba de una manifestación, convocada por un sindicato religioso, que tributaba el máximo respeto al zar: Nosotros, trabajadores, nuestras esposas e hijos, los viejos desvalidos que son nuestros padres, venimos a ti en busca de justicia y protección. Reclamaban la jornada de ocho horas, salarios justos, amnistía y libertades públicas, la entrega gradual de la tierra a los campesinos y la separación de la Iglesia del Estado. La reacción de Nicolás II fue de tal violencia represora que miles de manifestantes perecieron por disparos de la milicia zarista.

Quienes conozcan un poco la biografía del músico ruso y se sientan especialmente conmovidos por la sensibilidad y fuerza que tiene esa impresionante sinfonía, llena de recursos expresivos alternantes para transmitirnos y describirnos el frío helador y ventoso de aquella jornada, los cantos populares de la muchedumbre hambrienta o el trágico desenlace que llenó de muerte las calles de San Petersburgo, saben que el compositor tuvo a un abuelo entre los manifestantes del Domingo sangriento. Vasily Petrenko, joven director de la OSCyL, habla del carácter biográfico y político que Shostakovich imprime a sus sinfonías, y puede que ese recuerdo del abuelo haya tenido su incidencia emocional en la elaboración de tan extenuante y larga obra en cuatro tiempos, con un centenar de músicos en el escenario, vigorosas oleadas de viento/metal en acción e intensos crescendos de hasta cuatro minutos.

Escuchando esa música, no pude evitar la comparación con lo ocurrido en el Campamento Dignidad de El Aaiún, salvadas todas las distancias. También allí se manifestaba pública y pacíficamente el pueblo saharaui, reivindicando unos derechos económicos y sociales que el ocupante/invasor marroquí le niega, y también allí la violencia del poder acabó reprimiendo brutalmente las demandas de los acampados con un balance de víctimas que seguimos sin saber al día de hoy, porque nadie ha podido contarlo y el silencio lo llena todo.

Nuestro Gobierno parece incapacitado para conmoverse con la sinfonía El año 1905 aplicada a las persecuciones, tortura, cárceles y muerte del pueblo saharaui. Si se lo impide el miedo a lo que Mohamed VI pueda montar en Ceuta y Melilla, se podría pensar que Marruecos desmanteló en Madrid lo que nombraba al campamento de El Aaiún: la dignidad

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa música muestra el aplastamiento de los débiles por parte de los poderosos y el sufrimiento que causa. También que ése no es el final, que esos hechos brutales mueven a la gente a movilizarse y a luchar de una manera distinta, seguramente también violenta ya que pacíficamente no se consigue nada. Es muy triste pero cuando oímos a los políticos decir que hay que hablar y llegar a acuerdos y se rememora la historia, se llega a pensar que lo de hablar es para perder tiempo.

Publicar un comentario