martes, 14 de septiembre de 2010

LA TIBIEZA EQUIDISTANTE DE MUÑOZ MOLINA


Félix Población

Leo que el escritor Antonio Muñoz Molina, a tono con lo que apunta en su última y decepcionante novela La noche de los tiempos, parece haber optado de un modo definitivo por la neutralidad, tibieza y equidistancia a la hora de plantearse dónde estaría él en la Guerra Civil, si entre los golpistas amparados por el fascismo internacional o junto al Gobierno legal y democráticamente constituido de la Segunda República, al que dejaron sin auxilio las democracias occidentales.

No me sorprendería esa posición en otro intelectual con un currículum menos arrimado a la progresía que el de Muñoz Molina, pero en el suyo extraña un acomodamiento de esa guisa a no ser que la edad, la Real Academia y los cargos institucionales hayan acabado por orientarle hacia una posición intelectual tan poco ética como la de dudar si se debe estar con quienes contendieron en defensa de la libertad o con quienes nos dejaron sin libertad durante cuarenta años.

Dejando aparte que en ambos bandos se cometieron tropelías censurables, que en el caso republicano se dieron sobre todo en los primeros meses de la guerra, debería reparar Muñoz Molina en la naturaleza y el espíritu de cruzada inquisitorial que guió al bando de los llamados nacionales, propulsores de un conflicto que comportó cientos de miles de muertos y no acabó el 1 de abril de 1939 para los vencidos.

El afán de exterminio de los vencedores no se limitó al campo de batalla ni al periodo estrictamente bélico, sino que se prolongó durante una ominosa posguerra marcada por los fusilamientos, las cárceles y todo tipo de represalias contra quienes se opusieron al bando rebelde. De nada vale recurrir a la leyenda bolchevique una vez conocidos los archivos de la extinta Unión Soviética y los planes de Stalin, porque como dice mi amigo el historiador Pedro Angosto, eso no se lo creen ya ni los cofrades de la Hermandad del Santo Prepucio que dicen se custodia en una localidad francesa.

No hace mucho se publicó una fotografía en la que los académicos Muñoz Molina y Mario Vargas Llosa aparecían junto al presidente de la docta institución, al que elogiaban por su último libro. Yo no sé si don Antonio acabará defendiendo lo que Vargas, pero todos sabemos a lo que conduce la neutralidad y el lujo cultural de los que -como decía Celaya- lavándose las manos se desentienden y evaden.

PS.- Desde hace unos años, un sector de la intelectualidad triunfante se ha instalado en un lugar que no existe: La neutralidad, hablando de unos y otros como perpetradores de crímenes de igual dimensión. (Neutros, tibios y equidistantes, Pedro L. Angosto).

RÉPLICA DE MUÑOZ MOLINA
El País, 16IX10

En su carta al director el señor J. A. Fernández Arévalo deduce que de haberme encontrado en las vísperas de la Guerra Civil española, yo "dudaría si apoyar al Gobierno legítimo de la II República o al movimiento militar golpista". Señor Fernández Arévalo, después de más de 25 años dejando constancia por escrito de mis convicciones políticas no considero necesario repetir cuál es mi elección entre la democracia y el fascismo. He dedicado una parte muy grande de mi trabajo como escritor a la reivindicación del legado de la II República española y del exilio, y lo he hecho en épocas en que el tema no estaba precisamente de moda, incluso en los años ochenta, cuando escribir sobre ellos equivalía muchas veces a quedar como un antiguo. En 1996, mi discurso de ingreso en la Academia lo dediqué íntegramente a la rescatar la figura y la obra de Max Aub, escritor republicano y socialista. Yo no me quedo "en la superficie del enfrentamiento bélico": lo he estudiado y lo estudio con ahínco, porque creo que una verdadera memoria democrática -hecha de historia, no de propaganda- está en el cimiento de la concordia civil. Lo que sé de ese tiempo lo he aprendido de los historiadores y de los testigos de entonces: de Max Aub, de Barea, de Chaves Nogales, de Indalecio Prieto, de Julián Zugazagoitia, de Manuel Azaña, de José Moreno Villa. Ninguno de ellos tuvo la menor duda sobre la diferencia entre la legalidad republicana y el golpe militar; ninguno cerró tampoco los ojos ante los crímenes y los errores que se cometieron en el bando leal. Decir que yo soy partidario de la equidistancia entre Franco y Azaña es algo más que una mentira: es una infamia.

5 comentarios:

Roberto Justel dijo...

Hace tiempo que Muñoz Molina no engaña a nadie, y en esa linea le secunda la señora Galindo, su mujer. El objetivo de ambos no es otro que el de vender libros a todo quisque. Todo por la pasta, se dijo un día el que desde los cerros de Úbeda llegó al centro de la gran ciudad y se enteró de lo que valia un peine. Sólo salvo El Jinete Polaco. Lo demás, una medianía

David dijo...

Si después de la respuesta del señor Muñoz Molina no rectifica su artículo, lo que no tiene el señor Población es vergüenza.

David dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Etelvino Hernández Luda dijo...

La vergüenza no es atributo de los famosos, David.Tan respetable es la interpretación de un señor "no famoso" que la firma con su nombre y apellidos en un medio de información, como la de un académico que ha mostrado en la novela que se critica un acercamiento a la postura que él juzga como infamia. Nadie duda del pasado progresisita del escritor ni de sus méritos literarios, pero lo que ha hecho Félix Población es sorprenderse porque Muñoz Molina haga unas declaraciones que así pueden interpretarse y novela que está muy lejos de sus mejores y precedentes obras.

David dijo...

Una cosa es la interpretación de unas palabras, y otra mantener esa interpretación después de una nueva declaración, tras la que queda claro que la interpretación del sr Población no es correcta.

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