lunes, 2 de agosto de 2010

LOS GORRIONES DE ALBINO FUENTE


Lazarillo

Hace unos días, Alicia se interesó por una exposición pictórica en la galería Tioda de Gijón. Comprendí y compartí enseguida su interés por los gorriones de Albino Fuente Bernardo (Gijón, 1955). En nuestra familia se siente una especial querencia por el más común de los pájaros desde que a este Lazarillo se le ocurrió escribir una curiosa historia que tiene por protagonista a un gorrión molinero (Crónica de un pájaro, premio Manuel Díaz Luis del Ayuntamiento de Monleón, 1997).

La exposición no nos defraudó. Antes al contrario, fue especialmente gratificante por su alto valor estético. Nos gustaron mucho la pulcritud del dibujo y la emoción cromática que el pintor aborda y transmite desde la detallada minuciosidad del hiperrealismo. Imágenes muy carismáticas y muy vinculadas con la memoria sentimental de la ciudad asturiana, en las que predominan los reflejos y transparencias marinas a modo de subrayado que las ahonda en la mirada, y gorriones como el que ilustra este breve comentario.

El barandal blanco e inconfundible es el del paseo marítimo gijonés (El Muro). La graduación de los colores de fondo, que va del que refleja la arena a los que abrazan en la distancia el mar y el cielo, inscriben la figura hiperreal del pájaro en la atmósfera precisa para que el gorrión no se quede en eso que el artista no puede admitir como un elogio, aunque sea frecuente: sus cuadros no son fotografías. El artista sólo se base en ese formato como apunte para fermentar su obra en una plástica pictórica luminosa que desborda las sensaciones y sugerencias que puede provocar una instantánea gráfica meramente descriptiva.

Si esa plástica llega al espectador, como lo hace, es porque detrás del buen hacer del pintor hay una vieja vocación por el dibujo y el color -muy trabajada a base de constancia y esfuerzo- y una indudable sensibilidad para hacernos partícipes de que el gorrión de la imagen es algo más que la atinada descripción de una morfología. Ese pájaro, en el lugar que ocupa y sobre el fondo de luz y color en el que se nos revela, nos hace sentir casi el frescor de la brisa marina y el salitre que nos impregna la piel a la vista y presencia del Cantábrico.

Comentaba y compartía con Albino, a quien poco después de ver su exposición tuve el gusto de conocer para proyectar si fuera posible una nueva edición ilustrada de mi libro, que siempre que me asomo a las calles de nuestra ciudad que dan al mar, esa brisa que las penetra me rehace adolescente. Pues bien, el gorrión de Albino sobre el blanco barandal de la playa de san Lorenzo me toca con esa misma emoción, quizá porque el mejor destino del arte sea el de intentar rejuvenecer nuestras sensaciones y sentimientos.

4 comentarios:

Marta dijo...

Muy gijonudo tu corazón, amigo Lazarillo. Lo agradecemos.

Anónimo dijo...

Gijón rejuvenece siempre cuando se vuelve con los ojos del recuerdo. Saludos gijoneses.

Cele dijo...

Se le llama airín y es una ricura y no es exportable a la canícula castellana, lo lamento, Lazarillo, pero así tendrás que seguir viniendo por aquí.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Enhorabuena al pintor. Me gusta.

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