sábado, 7 de agosto de 2010

EL PATRIOTISMO COMO MALA PASIÓN, SEGÚN FERLOSIO


Melibea

Gracias al siempre diligente y agudo husmeador de la actualidad opinada, mi estimado amigo el traductor Adolfo Muñoz, me entero esta mañana del magnífico artículo suscrito por el escritor Rafael Sánchez Ferlosio en el diario El País del día de la fecha. El autor ha dejado madurar sus reflexiones, tras la marejada patriotera suscitada por la victoria de la selección española de futbol en el campeonato mundial de Sudáfrica, para ofrecernos una lúcida versión de la misma: El deporte, actividad sin más objetivo que el de la redundancia de la victoria como fin en sí mismo, se ha convertido en contenido principal, por no decir único, de esa mala pasión que es todo patriotismo. No hay que olvidar, además, el papel que en este sentido han jugado los medios de comunicación, incluido el que paga a Sánchez Ferlosio, que como es sabido sacó pingües beneficios por cebar esa pasión y difundirla en sus medios audivisuales a través de las transmisiones del evento mundialista para España. El fragmento que entresaco, relativo al protagonismo de la presidenta de la Comunidad de Madrid en ese festival, debería ser motivo más que suficiente para no perderse el resto del artículo:

"No podría haber sido más que la siempre perspicaz e hiperactiva presidenta de la Comunidad de Madrid la que agarrase al vuelo la posibilidad de explotar publicitariamente la ya de por sí desaforadamente delirante explosión de victoria entre los españoles, decidiendo hacer con ella márquetin de Estado, mediante la exposición de la Copa de Oro en la Puerta del Sol, para que todos los madrileños pudiesen adorarla como si fuese el Santísimo Sacramento. Naturalmente, no podía ser más que la auténtica de oro y no una de yeso bañada en purpurina, porque esta sería tan fraudulenta a efectos de irradiar Gracia Santificante como una hostia de cartulina blanca recortada en forma de círculo, y nuestra siempre fidedigna lideresa podría tal vez dar gato por liebre en cualesquiera baratas laicidades o profanas batallitas de una vida política en estado de creciente pequeñez, pero nunca en un rito que ella misma, desde su incontestable Fe en España, desde su congénita y profunda españolez, ha querido instituir con carismática categoría sacramental. Por último, para representar al equipo triunfador, no se ha puesto una camiseta de color rojo, que es, por así decirlo, el color titular de la selección, sino que ha preferido endosar una camiseta verde y con el número 1, lo cual está, en sentido objetivo, enteramente puesto en razón, dado que eran el color y el número de Casillas, que no solo ha sido capitán del equipo, sino también uno de los grandes "héroes" de la Selección. Pero en esto tampoco puede excluirse la motivación de una arrière pensée de nuestra siempre rápida y avispada presidenta, sugerida por el azar de que Casillas sea nativo de la provincia de Madrid, en el sentido de aprovechar el dato para dejar un poco de lado a los catalanes, demasiado numerosos en la Selección y con sus propios "héroes", y sobre todo el otro capitán, aunque en África fuera de servicio, Puyol, con su gol de cabeza viniendo desde atrás, como el tebano Pelópidas en Leuctra contra los espartanos. La publicidad que buscaba nuestra siempre omnipresente hiperpresidenta quería ser central, no, en modo alguno, periférica, y solo la que, por feliz coincidencia, se le ofrecía con el castellano Casillas podía ser, para ella, verdadera publicidad de la ya descaradamente designada como "Marca España".

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