lunes, 21 de junio de 2010

UNAS POCAS PALABRAS DE SARAMAGO


Félix Población

Este pasado fin de semana hemos tenido que soportar en todos los medios de información los reiterados y en muchos caso vacuos y manidos panegíricos sobre el escritor portugués José Saramago, fallecido el pasado viernes, a quien sin ninguna duda, sin la concesión del Premio Nobel de Literatura -el primero otorgado a su país-, se le hubiese tratado de modo mucho más discreto en la hora de su óbito.

En todas las informaciones y opiniones se ha resaltado el carácter comprometido de la obra de Saramago, su solidaridad personal con aquellas causas, circunstancias, gobiernos o tendencias que no suelen gozar del favor mediático, pues como es sobradamente conocido José Saramago nunca abandonó o diluyó mediante reconversiones acomodaticias su militancia en el Partido Comunista de su país.

¿Y siendo así -se habrá preguntado más de uno-, cómo es que diarios como El País o ABC, tan definidos en criticar, marginar o minimizar todo aquello que se relacione con esa ideología, han dedicado al escritor tan profusos y encomiásticos obituarios? Hombre, se podría argüir, si se ha hecho así es porque la calidad literaria del autor está muy por encima de idearios, militancias o creencias.

Sin embargo, si esa premisa resulta casi siempre falsa, mucho más lo es esta vez, porque todos a una, unos con menos y otros con más dedicación, críticos, especialistas y colegas no han tenido más remedio que resaltar lo obvio: la connivencia entre la obra y el pensamiento del escritor, reforzada por las constantes manifestaciones públicas que Saramago hacía en contra de la sociedad capitalista y sus múltiples mecanismos de consumo y enajenación.

Saramago está en la línea de otros Premios Nobel de Literatura que, como su gran amigo Dario Fo o el dramaturgo londinense Harold Pinter, denunciaron y siguen denunciando en el caso de Fo un mundo que no les gusta y del que son reflejo los propios medios de comunicación que no tienen reparo en ensalzar sus respectivas obras, sobre todo cuando la muerte ha puesto punto final a las mismas.

¿No parece esto, además de contradictorio, tan hipócrita como los funerales de Estado dispensados por el gobierno portugués, sin que nadie del actual gobierno -que se sepa- haya pedido perdón a José Saramago por haber impedido que su libro El evangelio según Jesucristo accediera al Premio Europa, induciendo al escritor a un exilio voluntario en Lanzarote durante el último periodo de su vida?

Frente a tanta tramoya necrológica en Lisboa y tanta prosa calada de apología hueca en la prensa del capital puro y duro, casi se agradece la sinceridad con que la iglesia de Roma trató a quien como comunista no podía hallar en El Vaticano más que la rotunda y terminante condenación literaria como populista extremista e ideólogo antirreligioso. Ahí sí que lo de menos es la calidad literaria.

Con todo lo cual se podría establecer como conclusión, al término de la vida y obra del escritor portugués, que una parte ha pretendido ubicar a Saramago en el cielo distante y etéreo de la gloria literaria, acaso porque ya no molestará más como mosca cojonera aquí en la tierra, y que la otra parte lo ha condenado al infierno antes del juicio final.

Confío en que lo uno y lo otro va a resultar inútil ante palabras que respiran así: "Tú estabas, abuela, sentada en la puerta de tu casa, abierta ante la noche estrellada e inmensa, ante el cielo del que nada sabías y por donde nunca viajarías, ante el silencio de los campos y de los árboles encantados, y dijiste, con la serenidad de tus noventa años y el fuego de una adolescencia nunca perdida: 'El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir'. Así mismo. Yo estaba allí". Saramago.

PS.- Siendo ahora Saramago tan ensalzado como escritor en El País, nunca contó con una página libre como la que dispone desde hace muchos años Mario Vargas Llosa en dicho diario, siquiera fuese para contrastar las opiniones de ambos y hacer un periodismo más interesante y más digno.

3 comentarios:

Gatopardo dijo...

Bueno, Saramago no pudo impedir el gobierno portugués le diera un funeral de jefe de estado...

Yo, por si acaso, le he dicho a mi familia que si consienten algo parecido cuando me muera, en las noches de invierno, cuando apaguen la luz para dormir, saldré volveré de la tumba para arañarles y escupirles en la cara
Y, por si eso no fuera bastante, rechazaré el Nobel.

Félix: haz lo mismo que yo.

Lazarillo dijo...

Siempre lo tuve muy claro, estimado amigo.

Miguel Ángel Velasco Serrano dijo...

Pues sí, siempre existe la posibilidad de que le domestiquen al más bravo toro de lidia.

Me pregunto si aquella ministra que dijo que Sara Mago no le sonaba de nada también estaría en el cortejo fúnebre.

Ahora que es ex no creo que haya perdido ningún anillo ni prebenda.

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