lunes, 7 de junio de 2010

HOMBRES/ANUNCIO PARA UN LIBRO DE SARAMAGO


Lazarillo

Teníamos entendido, y así lo pudimos apreciar en nuestras frecuentes visitas de viajero de provincias a la Puerta del Sol, que los llamados hombres/anuncio estaban prohibidos en la capital de España por el Ayuntamiento de Madrid, y que por lo tanto se habían esfumado de una de las plazas más vivas de humano tránsito que hay en España. Pero no, al parecer y mediante un permiso especial, el hombre/anuncio puede ser rehabilitado si sobre sus hombros pesa la promoción de la cultura, o al menos de un libro como el de José Saramago Ensayo sobre la ceguera.

El anuncio andante discurre estos días por la Feria del Libro de Madrid e ignoramos -caso de que tenga noticia- cuál pueda ser la opinión al respecto del escritor portugués, del que ahora esperamos una nueva novela cuyo asunto será la imposibilidad de las huelgas entre los trabajadores de la industria armamentística, cuando tantas otras industrias se van con la crisis al garete.

En 2009, España aumentó en un 44 por ciento la venta de armas, con un récord histórico en las exportaciones: casi 1400 millones de euros, con denegación de licencias para tres países: Irán, Siria y Georgia. No se la denegó a Israel, que acaba de matar en aguas internacionales a ciudadanos de un país miembro de la OTAN.

Dice
Saramago que escribe para desasosegar, según se puede escuchar en el vídeo. Lo que escuchamos al alcalde Ruiz Gallardón, cuando se aplicó la ordenanza que prohibía a los hombres/anuncio en Madrid, es que tal ocupación ataca la dignidad de las personas. No lo prohibimos sólo por razones estéticas, sino porque el Ayuntamiento no debe promover esas conductas. Y puedo asegurar que quien será sancionado ante esta situación no será el 'hombre-anuncio', que es la persona vejada por estar sometida a ese trabajo, sino la empresa anunciadora, que es la responsable.

Algunos nos briundaríamos a promocionar como hombres/anuncio la próxima novela de don José después de haberla leído, por si el público pudiese demandar una mayor y más detallada información. Lo haríamos por dignidad ante la vergüenza que nos procuran los datos de una industria consagrada a la muerte, de la que acabamos de tener una sangrante muestra en el otrora Mar de la Cultura.

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