viernes, 21 de mayo de 2010

SILVIO RODRÍGUEZ NO CANTA EN EL DIARIO "EL PAÍS"


Lazarillo

Como bien saben los ciudadanos de este país, hace algo más de una semana fue noticia con notable difusión en los medios informativos la presentación de una plataforma en pro de la democratización en Cuba, integrada por artistas, escritores, periodistas e intelectuales, cuyo primer propósito ha sido mostrar su descontento ante la actitud del Gobierno de España con relación al régimen cubano. Para el escritor Mario Vargas Llosa, que como no podía ser de otro modo encabeza ese colectivo de 62 integrantes entre los que figuran el cineasta Pedro Almodóvar, el catedrático Antonio Elorza y la escritora y periodista Rosa Montero, la política exterior de nuestro Gobierno actual -que califica de diplomacia silenciosa- ha demostrado no ser positiva a favor de la democratización de Cuba.

Nada tenemos, por supuesto, en contra de la exposición de esa postura legítima de manifestar un punto de vista como el que suscriben los componentes de esa plataforma, aunque sea tan sobrada como reiteradamente conocido en España, pues es el que predomina con carácter casi absoluto en todos los medios de comunicación. Consideramos, sin embargo, que para hacer más creíble al menos lo que tan a fondo se ha divulgado como un afán democratizador, no debería el diario El País haber ignorado la carta que dirigió a la dirección del periódico el cantante cubano Silvio Rodríguez, que alguna voz tiene y representa en su país y en el nuestro, como respuesta a la citada plataforma y cuyo texto nunca pudieron leer los lectores de ese rotativo. Me temo que ese diario ha perdido con ello otra gran oportunidad de predicar con el ejemplo. La misiva -en la que también se solicitan cambios, pero consensuados por los cubanos- dice así:

"Un grupo de artistas y escritores españoles ha lanzado una plataforma para democratizar a Cuba. Y cuando un cubano opina diferente, decretan que sus argumentos son cortinas de humo de la dictadura que padece y lo comparan con los franquistas. Pero los dioses parecen haberles castigado. Porque, precisamente por haberse atrevido a investigar los crímenes del franquismo, el Consejo General del Poder Judicial acaba de suspender al juez Baltasar Garzón de la Audiencia Nacional de España. Esta sentencia es un golpe durísimo a una democracia desde la que se pretende juzgar o mandar a juzgar los supuestos defectos ajenos, pero ojo con quien toque a los propios. El veto a Garzón, considerado un héroe, ocurre en el mismo país que hace pocos años dio al mundo una verdadera lección de democracia, al votar contra el partido gobernante que los metió en una guerra injusta, haciendo oídos sordos a enormes manifestaciones populares.
Personalmente no me explico cómo estas personalidades han llegado a la conclusión de que la política hacia Cuba debe ser la del aislamiento y el bloqueo. Es como si desconocieran que hace medio siglo esa misma política no ha logrado mover ni un milímetro la determinación de la mayoría de los cubanos. Por otra parte, los cubanos también queremos cambios, pero consensuados por nosotros. Esas transformaciones ocurrirán más temprano o más tarde y la única política capaz de acelerarlas es el fin del bloqueo. Todo lo que se nos haga con asedio y presiones no podremos considerarlo a nuestro favor, sino como un insulto a nuestra autodeterminación, una injerencia inadmisible en nuestras vidas. Tantas agresiones y amenazas nos han enseñado que la supervivencia pasa por una sociedad orgánica, íntegra, indivisible. Así hemos salido airosos de embates artificiales y naturales. Pero sabemos que somos el resultado de un apremio, por vivir acosados.
No creemos en un gobierno centralizado para siempre. Más bien solemos verlo como un concepto de emergencia, un mal necesario que el camino de la emancipación nacional nos ha impuesto para sobrevivir. El fin del bloqueo nos despejará profundamente, creando condiciones para que avancemos también en el concepto democrático. Subrayo que no quiero decir que sólo sin el bloqueo seremos más democráticos, sino que estoy seguro de que así lo conseguiremos más pronto. La flamante plataforma propone aislar aún más a Cuba y agravar nuestra ya precaria economía. Pretende convencer al mundo de que la asfixia resolverá nuestros problemas. Su hipotético éxito significaría mucho más sufrimiento para nuestro pueblo, que lleva medio siglo enfrentando todo tipo de dificultades. Nuestra larga experiencia en “propuestas” foráneas nos dice que esta acción no es más que un nuevo artilugio para obligarnos a hacer lo que otros consideran que debemos hacer.
Partiendo de que se trata de personas bien intencionadas, no sé cómo no entienden la ofensa de pretender que nos volvamos como ellos, con las reservas que despiertan esas democracias de banqueros ladrones y ejércitos ocupantes. Para colmo, cuando respondemos que no estamos de acuerdo, pretenden negarnos el derecho a que se nos escuche, porque todo lo que no razone como ellos -dicen- viene contaminado de dictadura. Capitaneados por un gran escritor peruano con un largo historial reaccionario, ciertos intelectuales españoles han decidido gastar más horas elucubrando cómo hacernos daño que investigando hasta qué punto viven en una democracia. Algunos parecen más preocupados por Orlando Zapata -un hombre que tuvo el valor de escoger su propia muerte y enfrentarla-, que de los más de cien mil españoles asesinados en la era de Franco. Es triste ver lo poco que les interesa profundizar en la realidad cubana, cuando sus conclusiones son las mismas que las de los peores enemigos de nuestra dignidad. Por eso acabo admitiendo que esta página efectivamente es una cortina, no de humo pero sí de albahaca, contra la fetidez de su pretendida salvación.

Silvio Rodríguez Domínguez, La Habana, 15 de mayo, 2010".

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