viernes, 7 de mayo de 2010

PÁNICO EN LA BOLSA Y PÁNICO EN EL GOLFO DE MÉXICO


Lazarillo

Ayer se llegó a hablar de pánico en la Bolsa de Nueva York porque el índice Dow Jones llegó a caer más del 9,16% y se creyó que se debía al impacto de la crisis financiera en Grecia. Luego supimos que la causa estuvo en una serie de operaciones erróneas en la negociación de los valores bursátiles. Al menos esto es lo que dijeron las informaciones oficiales después del susto, no se sabe si intencionado o no. Bastaron apenas unos minutos para que el susodicho índice perdiera más de 300.000 millones de dólares.

Escuchamos esta noticia en los telediarios y les puedo asegurar que su impacto fue mucho menor en algunos, entre los que me cuento, que las imágenes y la excelente crónica de Lorenzo Milá -en el informativo de las nueve de la noche de La Primera- desde ese mar muerto en que parece haberse convertido el que baña el Golfo de México. El color anaranjado del agua grasienta y los grandes corredores y varias manchas de muchas millas, trazados por el efecto contaminante del petróleo vertido, deberían alarmar a la humanidad.

La compañía British Petroleum (BP) acaba de reconocer que el escape producido tras el grave accidente que destruyó una de sus plataformas el pasado 20 de abril puede ser más grave de lo anunciado en un principio, algo así como diez veces más de lo previsto. Puede que se estén vertiendo diariamente al mar 60.000 barriles de petróleo, esto es, cientos de miles de litros, con una mancha en la superficie que abarca ahora mismo en torno a 208 por 112 kilómetros.

Todos sabemos, aunque no seamos del todo capaces de discernir los resortes especulativos que lo hacen posible, la importancia que el precio del petróleo tiene en los mercados bursátiles del mundo. Todos tenemos constancia del gran negocio que para las compañías petroleras supone manejar el oro negro que de momento mueve y en el futuro puede herir de muerte al planeta.

Se ha dicho que la explosión producida en la plataforma de BP que ocasionó tan grave catástrofe ecológica pudo deberse a unos afanes desmedidos de prospección más allá de lo estipulado. También se ha dicho que las condiciones de seguridad de la plataforma no eran las idóneas, despreciando con ello la vida de los once trabajadores que han muerto. Lo uno y lo otro casan con la desmedida codicia que mueve a las empresas petroleras, enviciadas en los enormes beneficios que les dispensa el mercado, y la desidia, indiferencia o consentimiento de los Estados a la hora de poner coto a esa codicia.

El pánico bursátil de ayer por una bajada brusca y notable del índice Dow Jones en la Bolsa de Nueva York ha coincidido con un pánico mucho más sensible como el que se desprende de las desoladoras imágenes del Golfo de México. Da mucho miedo que el combustible que mueve al mundo y cuyo precio tan decisivo es en los mercados, pueda ocasionar que el planeta se convierta en un paisaje de muerte como el que ahora se cierne sobre el litoral de Luisiana. Sobre todo porque no parece que haya conciencia ni fórmula capaz en los organismos internacionales para erradicar esa codicia suicida que tantos desastres ecológicos viene ocasionado sobre nuestros mares.

+@British Petroleum: contaminador millonario. (Amy Goodman).

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