martes, 27 de abril de 2010

LA CARTA DE FELISA VALVERDE


Melibea

No quiero dejar en el olvido, cuando tanto olvido acumula su dolor y su silencio desde una ya lejana adolescencia, una breve carta de Felisa Valverde Polo desde un hospital de Sevilla, publicada hoy en el diario Público. Las pocas líneas que contiene quizá no hubiesen visto nunca la luz en un periódico, como ocurrió con tantos descendientes de las víctimas del franquismo amordazados por la dictadura y desasistidos por la democracia, sin la existencia de una precaria e insuficiente Ley de la Memoria Histórica y sin el intento de un juez, Baltasar Garzón, por reparar la memoria y la dignidad de los miles de republicanos que, como el padre de Felisa, fueron ejecutados sin que sus asesinos dejaran a sus deudos la posibilidad de llorarlos en un trozo reconocible de tierra.

Cuando el Partido Popular habla de los radicales que se manifestaron en las calles de España el pasado sábado en apoyo al juez Garzón, pienso en Felisa. Cuando altos magistrados se refieren a la falta de respeto al Tribunal Supremo que al parecer implica disentir con sus decisiones, pienso en Felisa. Es a ella, en su postrada ancianidad, y a cuantos como ella han callado su dolor y su silencio durante casi cuarenta años de dictadura y sólo algunos menos de democracia, a quienes ese alto tribunal no ha respetado por pretender silenciar al juez que ha tratado de defender sus derechos humanos. Por eso lo que dice su carta es tan radicalmente digno. Porque la verdad es terca, tiene buena salud y nunca padecerá alzheimer:

"Recibo el aire desde una bombona, el alimento desde una botella y la ira y el dolor evacuan a una bolsa.
Muero sin ver los huesos de mi padre, asesinado un 21 de diciembre de 1936, sacado de una cárcel de injusticia.
Recogí sus últimas ropas de un depósito de miedo y silencio, con mi adolescencia hecha trizas. Pero no se alegren los asesinos, sus cómplices y herederos, porque mi testamento está hecho de memoria con nítidas imágenes, y no necesita notaría, sólo la palabra de mis hijas, herederas de recuerdos para la dignidad, la justicia y la libertad. Porque la verdad es terca, conserva buena salud y nunca padecerá de alzheimer.
Muero con mi cerebro rojo, mi corazón morado y mis ojos viendo la luz amarilla".

2 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Emocionante esa carta. Gracias por tener memoria, Felisa. Gracias por tener dignidad.

Publicar un comentario