jueves, 29 de octubre de 2009

LO QUE CARRILLO OLVIDA DE FERNÁNDEZ CAMPO


Félix Población

Ayer publicaba el diario El País un obituario del ex secretario general del Partido Comunista de España en memoria del fallecido Sabino Fernández Campo, secretario en principio de Juan Carlos I, jefe de la Casa Real después y asesor en ambos casos del Jefe del Estado, además de figura determinante, según Santiago Carrillo, en el asentamiento de la transición democrática merced a su intervención discreta y decisiva en el desmantelamiento del golpe de Estado de 1981.

"Aquella frase referida al jefe del golpe, Alfonso Armada, es de ésas -afirma Santiago Carrillo- que quedarán en la historia de España: "Ni está ni se le espera". Fue como si hubiese captado en un instante toda la estrategia de los conspiradores y hubiera desmontado la clave para la generalización del golpe”. En su artículo expone el señor Carrillo la amistosa relación que tuvo con el fallecido a pesar de sus manifiestas y muy opuestas diferencias ideológicas, y haber combatido uno y otro en distintos frentes durante la Guerra Civil.

Nada que objetar al espíritu de tolerancia y concordia que refleja en su escrito el anciano y lúcido líder comunista. Cuando se aprecia a una persona y se la recuerda en el momento de su fallecimiento, lo más idóneo es apreciar sus virtudes y resaltar lo más positivo que haya podido aportar a la sociedad a lo largo de su vida.

Sin embargo, quien encabezó desde el exilio la resistencia al franquismo dentro y fuera de nuestras fronteras, no debería haber dejado al menos sin alusión un pasado del que no consta por parte de Fernández Campo el más minímo arrepentimiento y que, por más que se respete a la persona, forma parte de su personalidad política, que es a fin de cuentas lo que Carrillo valora en su artículo. De ese modo, Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida, no habría tenido motivos para manifestar públicamente que ignoraba la identidad del fallecido, pues su trabajo en el campo y sus ocupaciones como alcalde lo mantuvieron alejado de la alta política.

Aunque es posible que Cayo Lara haya preferido pecar de ignorante a conciencia que de objetivo informante en conciencia, tanto mi estimado Rafael Reig en el diario Público como Miguel Ángel Llana en Rebelión ofrecen hoy la otra biografía de Fernández Campo, anterior a la que se glosó como desbordado panégirico en casi todos los medios de información estos días atrás.

El primero manifiesta su respeto por el fallecido como persona, pero a la hora de valorarlo políticamente considera que si el general es un símbolo de la transción, lo es, en efecto, "de cómo la oligarquía del franquismo consiguió mantenerse en el poder (con la incorporación indispensable de una “leal oposición” de pacotilla), a través de un simulacro canovista de democracia. Como los Martín Villa, Fraga o el difunto Fernández Ordóñez (que acabó de ministro con el PSOE), simboliza lo peor de la transición: tipos que ya iban en un coche oficial cuando Franco firmaba sentencias de muerte y a los que nadie obligó nunca a bajarse de él".

En cuanto al texto de Llana, me quedo con el párrafo en el que hace referencia a la Memoria Histórica: "Ahora dicen: no a la memoria histórica, no a los que defendieron la legalidad y murieron por ella. No a los asesinados y también no a su memoria, pero sí a los que participaron en el golpe de 1936 y continuaron durante décadas con represión y violencia, no sólo hasta el advenimiento de la democracia continuista, sino hasta la transición con la que los mismos de entonces impusieron ahora la ley no escrita del punto final".

La memoria de Santiago Carrillo con tan amnésico obituario sobre Fernández Campo como figura política, cuando tantos republicanos y tantos de sus camaradas están por rescatar y reparar en los tribunales de la represión y en las fosas del olvido, no contribuye precisamente a recuperar la memoria democrática e histórica de España. Antes bien es una contribución a su pérdida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

De los franquistas se pule su historial en la dictadura para hacerlos demócratas. A los demócratas, caídos durante la guerra y la dictadura, se les mantiene enterrados.

Anónimo dijo...

Eso ha pasado en todos sitios.
No hay más que mirar los falangistas reciclados en izquierdistas. Como el Grupo Prisa o el Diari de Balears.

La izquierda también se nutrió de las viejas élites, como los Maragall, Fernández Odónez etc.
Las sagas familiares continuaron, cambiando de camisa.

Anónimo dijo...

Si viniera la república, veríamos como republicanos a los más devotos monárquicos de ahora.

Anónimo dijo...

Muy graciosa y representativa la charla de las dos comadres en el artículo de Marcelino de Puntos de página. Reíme.

Anónimo dijo...

"Yo te tapo lo tuyo y tú me tapas lo mío", esto es lo que debió decir Carrillo

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