lunes, 19 de octubre de 2009

"ÁGORA", EL ABORTO Y LA DEFENSA DE LA VIDA


Félix Población

Decía una de las señoras manifestantes convocadas el pasado sábado en Madrid en contra del Gobierno y la reforma de la ley del aborto que aquello, la multitudinaria concurrencia venida de todo el país y reunida con los citados objetivos, era una pequeña muestra de lo que pensaba España. Tal manifestación es propia de quienes se creen en posesión de la verdad y dan a sus creencias carácter de dogma o principio universal al que ha de someterse el resto de la ciudadanía por suponerla en la misma onda.

Quienes llevan sus principios morales o religiosos a ese grado de intolerancia deberían reparar en los riesgos que asumen para el resto de los mortales que no son de su misma opinión. Ha sido el Gobierno de la nación, con el apoyo de otros grupos políticos, representantes uno y otros del voto de la mayoría, el que ha decidido la reforma de esa ley, y por lo tanto, quienes se manifiestan, por numerosos que sean, están en su derecho de hacerlo, pero no de imponer nada, según parece desprenderse de criterios como el expuesto. A menos que pretendan remontarse a los periodos históricos en que el cristianismo llegó al poder para aplicar sobre todo y sobre todos un pensamiento único, a costa de la persecución y exterminio de toda disidencia y en contradicción flagrante con las fuentes de su doctrina.

Etapas históricas como esas las vivimos en España no hace mucho, sin que el Partido Popular las haya condenado, y están recreadas, muchos siglos atrás, en el film de Alejandro Amenábar Ágora que ayer mismo tuve la oportunidad de visionar y admirar. La película es magnífica porque, además de contar de modo excelente una interesante historia acerca del amor de Hipatia por el movimiento de los astros, indaga y expone los resortes que mueve el fanatismo de las religiones aquí en la tierra, magistralmente procesados en el desarrollo y desenlace del film. No se lo pierdan. Su mensaje es una lección moral de la razón y el conocimiento como fundamentos de la convivencia. Fuera de su órbita todo puede derivar hacia la oscuridad y la barbarie.

Tampoco se pierdan la carta que sigue, publicada en la edición de hoy del diario El País, y firmada por Luis Andrés Muñiz García. Habla también de la defensa de la vida cuando la vida de los vencidos no valía nada para la Iglesia de los vencedores. (Los grandes cementerios bajo la luna, de Georges Bernanos, escritor católico francés, es una lectura muy recomendable al respecto):

"Desde el más absoluto respeto quiero manifestar que me conmueven los motivos de la manifestación convocada por las asociaciones pro-vida y apoyada por la jerarquía de la Iglesia católica y movimientos sociales y políticos en contra de la ley del aborto.
La defensa de la vida en todas sus manifestaciones es una actitud que nos engrandece como seres humanos, seamos o no creyentes. No deja de sorprenderme, sin embargo, la acostumbrada desproporción en este tipo de actos entre la defensa a ultranza del nasciturus, del engendrado y no nacido, del futurible, y la habitualmente más tibia defensa de los derechos profundamente humanos de los ya nacidos, de los habitantes del presente.
Me conmueve y sorprende aún más cuando pienso en el hermano que no conocí, muerto de miseria y desnutrición, con año y medio de ¿vida?, en la madrileña y tristemente famosa cárcel de Ventas -tan magníficamente retratada por Dulce Chacón-, allá por los años cuarenta, donde las bendecidas autoridades lo recluyeron con su madre -la mía- por el delito de ser mujer, trabajadora, pobre y fiel al régimen legalmente constituido, y a él, simplemente, por ser su hijo.
Me hubiera gustado que aquella mujer, creyente, católica y republicana, y su pequeña e inocente criatura se hubieran sentido entonces reivindicados, protegidos y defendidos por los mismos representantes de las entidades que hoy, sin haberse arrepentido públicamente todavía, sin haber hecho examen de conciencia, propósito de la enmienda y la correspondiente penitencia que predican para los demás, enarbolan la bandera de una vida en la que, al parecer, aún hay diferencias de clase, condición e ideología.
Mi manifestación particular recorre las calles y plazas que guardo hoy en mi memoria, algo que ninguna ley ni una desmemoria interesada y cruel me podrán devolver".

RedDIARIO
La multitud y las mentiras. (Ignacio Escolar).
+Hablamos de poder. (Miguel Miranda).

12 comentarios:

Folía dijo...

Me parecen muy actuales las conclusiones que se pueden sacar de esa película. Da miedo ver cómo los pensamientos de algunos son presentados como "palabra de Dios"; cómo en unos lugares se pelea por adoctrinar en una fe en las escuelas públicas y en otros la única posibilidad de estudio de los niños es el de "el libro sagrado".Se trata de inculcar que algunas cosas no se ponen en duda, cuando la libertad y el avance del ser humano consiste en cuestionarlo todo. Y todo este interés redunda en mayor poder y más beneficio para los que tienen la conciencia de los demás modelada a su conveniencia.

Anónimo dijo...

En nuestro tiempo debería ser impensable que lo que plantea Ágora fuera repetible, pero es que está sucediendo cuando las religiones bucan mantener el poder.

Anónimo dijo...

Todavía se sigue lapidando en nombre de Dios.

Anónimo dijo...

Todavía la Iglesia de Roma no anuló el título de cruzada que concedió al fascismo en España.

Anónimo dijo...

Todavía, todavía, todavía....

Arabiyo dijo...

Para el creyente, cristiano o musulmán, no tiene sentido defender a la Ciudadanía ni al Mundo: sólo a los fieles, a los hijos de Dios, que merecen vivir y prosperar; a los demás, si no se dejan evangelizar/islamizar, se les condena por terroristas/enemigos de Alá en su particular cruzada/guerra santa; no se les “supone en la misma onda” ni hay “riesgos que reparar”, en realidad no existen porque no tienen alma, no son Pueblo de Dios, sino infieles, o criaturas del diablo, carne de hoguera o lapidación. El creyente justifica todo porque Dios tiene un Plan, no importan los medios ni los “daños colaterales”, y el fin, ojo, no es defender al no nacido, no, sino al “bautizable no bautizado”, sea nacido o no, para asegurarse que lea el Libro Sagrado en un “buen colegio”/escuela coránica; el no bautizable, en cambio, qué le vamos a hacer si muere uno cada cinco segundos, qué pena, o si es arrancado de los brazos de su madre en un “centro de detención” para entregarlo a una buena familia “en nombre de Dios”.

Anónimo dijo...

Lo que dice esta película es muy humano.
Desde el machismo en la historia, hasta lo que influye la religión en nuetra sociedad.
Nos hace entender que lo que pasó hace muchos años no ha cambiado demasiado, por no decir nada, y nos enseña a abrir los ojos ante un universo que se nos queda grande

Babi dijo...

Amenábar no debió eliminar esos dos minutos y medio finales que pensaba obsequiar al espectador con un visión del firmamento. La peli los pide. Me quedé en la buta esperando esa última visión que haga más miserables las pequeñeces fanáticas por las que los hombres se matan.

Anónimo dijo...

¿Y yo que creo que la manifestación del sábado fue un fracaso según contabilizó Lince?

Anónimo dijo...

Conmovedor el artículo de Luis A. Muñiz.
La peli de Amenábar, lo que me dice es que hay muchas formas de lapidar al contrario y muchas guerras que pacificar en sentido metafórico, y que debíeramos hacer examen de conciencia todos los días mirando al universo y no creernos nunca en posesión de la verdad, respetando todas las ideas, las nuestras y las ajenas
salu2
Bob Dylan

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Dylan, parece como si leyera los astros.

Anónimo dijo...

La pelicula de Amenabar me ha gustado mucho, pero hay otra que me ha gustado aún más "El secreto de tus ojos", una metáfora de los recuerdos que no nos dejan vivir y nos envenenan, el final es apoteósico y sorpresivo.

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