jueves, 2 de julio de 2009

AZNAR, RAJOY, HONDURAS Y LOS FACINEROSOS


Félix Población

“Esa noche no me encontraba en la casa porque decidimos la noche anterior que yo me dirigiera a otra zona del país para ayudar en las labores de distribución de urnas ya que el domingo teníamos previsto realizar la consulta no vinculante. En la casa estaba el presidente junto a una de mis hijas. Los militares entraron encapuchados y tras desarmar a la guardia de seguridad del presidente, se dirigieron a su habitación. En ese momento, Mel dijo a mi hija que se fuera a su habitación en compañía de un miembro de la seguridad personal. Ella se refugió bajo la cama y encendió su celular y marcó mi número. Así pude escuchar calificativos obscenos que me niego a reproducir y ráfagas de tiros. Unos minutos después llegaron a la habitación de mi hija y sacaron a golpes al guardia de seguridad y detuvieron a mi hija”.

Así relataba ayer la esposa de Manuel Zelaya, que gracias a su ausencia del domicilio familiar pudo quedarse en algún lugar oculto del país, el procedimiento mediante el cual los militares golpistas detuvieron, secuestraron y expulsaron de la nación al legítimo presidente constitucional de Honduras, democráticamente elegido por la ciudadanía, que fue alojado en Costa Rica casi tan desnudo como hijos de la mar, que diría don Antonio Machado. No hay otro calificativo para los ejecutores de semejante tropelía que el de facinerosos y como tal deben ser considerados por la comunidad internacional. Todos los gobiernos han condenado un golpe de Estado que por sus características nos retrotrae a los tiempos más oscuros de la guerra fría y para el que sólo cabe como solución pacífica e inmediata el regreso y la restitución de Zelaya como primer mandatario del país, tal como demandan los organismos internacionales.

Las 72 horas acordadas por la Organización de Estados Americanos para que tal hecho ocurra serán decisivas para avalar, como sería deseable, el fracaso del golpismo como estrategia viable al día de hoy en América Latina o para darle, en caso contrario, alguna posibilidad de éxito en el futuro para el derrocamiento incivil de los gobiernos democráticamente elegidos en las urnas. De lo que ocurra en Honduras se podrá desprender si lo que sucedió en Chile y otros países iberamoericanos en el pasado es repetible decenios después, o va a encontrar, como parece el caso, la abierta y decidida oposición de la comunidad internacional haciendo valer los derechos democráticos.

De ocurrir esto último quedarán como algo más que peculiares las declaraciones de José María Aznar, incapaz de calificar como lo que ha sido el golpe de Estado de Honduras. Los lamentables episodios de los últimos días –dijo- deben terminar con el restablecimiento de la legalidad y del orden constitucional y el respeto de todos, todos -recalcó el ex presidente dirigiéndose hipnóticamente a la cámara-, al orden constitucional. Como hoy recuerda el diario Público, el criterio de don José María coincide con la posición neoconservadora norteamericana expuesta por la columnista Mary Anastasia O´Grady en The Wall Street Journal con su artículo Honduras defiende su democracia. En el mismo advierte de que "los esfuerzos de Hugo Chavez de conseguir una coalición han sufrido un retroceso ayer [por el domingo 28] cuando los militares de Honduras enviaron fuera a su presidente por abusar de la constitución". O´Grady apunta: "No hay duda de que Zelaya ha actuado como si estuviese por encima de la ley. Si bien la ley hondureña permite modificar la constitución, el poder para abrir esa puerta no reside en el presidente".

Apunta el citado periódico el grado de coherencia que la postura del señor Aznar comporta en relación con su actuación como presidente del gobierno español, cuando después del golpe de Estado contra el presidente Chávez en 2002 se alistó con Estados Unidos en una declaración conjunta a favor del golpista Carmona (el Micheletti venezolano), en un principio victorioso y luego desalojado del poder gracias a la movilización y resistencia de la ciudadanía a favor de Chávez.

Esta vez Aznar ha sido mucho más cauto, ante la posibilidad acaso de que en Honduras pueda ocurrir lo mismo, pero ¿y Rajoy?, ¿por qué don Mariano no ha hecho todavía ni una sola declaración condenando el golpe contra Zelaya? ¿Hasta tal punto lo enajena Bárcenas?

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